miércoles, 12 de octubre de 2016

CARTA DE LUISA SIGEA DE VELASCO A SÉBASTIEN DE L’AUBESPINE, OBISPO DE LIMOGES Y EMBAJADOR DE FRANCIA ANTE FELIPE II. (1560). I.

Esta carta está dirigida al obispo de Limoges, Sébastien de l'Aubespine (1518-1582), embajador de Francia ante Felipe II entre 1558 y 1562.

La carta fue reproducida por Serrano y Sanz, Manuel. Biblioteca de Autores Españoles. Apuntes para una Biblioteca de escritoras españolas. Desde el año 1.401 al 1.833. Vol II. Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1.905, pp. 412-413.

Posteriormente la editó también Odette Sauvage.






«“Ad amplissimum Praesulem strenuumque virum Episcopum Limogensem Legatum Galicum apud Philippum Hispaniarum regem.

τὰς ἐλπίδας εἶναι γρηγορούντων ἐνύπνιἀ, sensit Basilius, nec aliter sentire poterat qui de omnibus recte sensit. Cum enim desiderii sedes animus sit, perstetque is semper in omnibus nobis pervigil, etiam si membra sopore torpeant dum ea quae desideramus fortunae injuria non ex (…) nobis cedunt spe nos demulcet, ac cessisse illa iam quae optamus, falso nobis persuadet, quo duremus et desideriis, tabe non absumamur misere.

Quorsum haec dices, Praesul dignissime, cum nudiustertius mecum de aetatis nostrae miseria conquererer in qua cum florere Musarum asseclas oporteret, vivere eos etiam pudeat, patriamque incusarem in qua pessum ire omnes a maximo bono liberales dictae artes iam diu coepere et in contrarium cadere, eo quod Maecenatibus careant qui eas profitentur, qui illos foveant ac honoribus alant quando ad ea studia quae in honore sunt incenduntur semper homines, hacque cura poene fessa obdormirem, et tu ades quasi bonae spei manum mitis porrigens atque e tedii somno evigilare me iubens, dum studiorum meorum proventus aliquos vidisse te innuis nec displicuisse, quin ad divinum Reginae nostrae conspectum eos deportasse, curaturumque te promitiis ut non in obscuro nostra, si qua est eruditio, posthac iaceat quae in secreto languescit et quendam veluti situm ducit.

Quibus dictis iam ferme resumpseram animum, ac in illud tragicum volverem: «proprium hoc miseros sequitur uitium/, nunquam rebus credere laetis /: redeat foelis fortuna licet»; ac me haec somnia esse cum cernerem, falsa omninoque esse crederem quae desiderii somno fueram hallucinata, venit tamen hoc in conflictu ad os Franciscus Canobius, nunquam silendus vir, ac vera esse quae desideraveram asseruit. Teque eum esse vivacissimis depinxit coloribus quem merito docti omnes fautorem unicumque patronum ambire debeant tutissimum. Te inquam, quem inaudita quadam humanitate splendere vident omnes, qua nunquam satis tibi esse dationis in omnes putas, quin ita te geris ut alios prudentia, moribus ac doctrina, humanitate vero etiam te ipsum vincas.

Fecit tandem ut hac epistola tibi inmortales pro animo in te meo inque mea studia gratias agerem, et me eam esse certo certius tibi patefacerem, ut nullo iam officiorum genere me magis posthac tuam facere possis quin, actum agas quod aut plus te colere aut tibi debere non possim. Facies igitur rem te dignam meoque in te animo si foelicissimae Reginae nostrae ac Divum dono dum nobis omnibus pie consulitur datae, pro me pedibus provolvaris quod meas litterulas legere non sit dedignata; meque nullum in vita foelicitatis fastigium optare asseras, quam tantae Majestates obsequio me measque Musas vovere dum vixero. Trahit enim e, imo volentem ad obsequium illius ducit cum majestate peitas morumque candor mirificus, ac rursum cum litterarum peritia bonarumque artium studio majestas novo quodam ac inusitato nodo nonnexa.

Et iam vale foelicissime, et doctos ut facis fove quando tii ornamentum est non vulgare.

Toleti, Kalendis Februarii.

Tibi addictissima.

Loysa Sygea».

Al más distinguido Prelado, el obispo de Limoges, embajador francés ante el rey Felipe (II) de España.

La esperanza es el sueño del hombre que está despierto”, opinaba San Basilio [Cartas, I, 14, 1; y que es frase de Aristóteles], y no podía de otra manera pensar quien de todas las cosas tan recta opinión tenía. Y siendo que la sede del deseo es el alma, y que permanece siempre en todos nosotros vigilante, incluso mientras nuestros miembros con el sopor del sueño se paralizan, es ella, nuestra alma, cuando nuestros deseos por la injusticia de la fortuna no [se cumplen jamás], la que nos acaricia con la esperanza y nos persuade con mentiras, de que ya nos ha sucedido aquello que deseamos, para que nos mantengamos firmes y por la destrucción de nuestros deseos no perezcamos miserablemente.

¿Adónde quieres llegar?, dirás tú, el más digno de los Prelados. Pues verás, hace dos días me lamentaba conmigo misma de la miseria de nuestra época, en la que, aunque debían florecer los discípulos de las musas, a éstos incluso estar vivos les avergüenza, y de mi patria me quejaba, en la que todas las Artes –esas que deben al mayor de los bienes el nombre de liberales- han comenzado desde hace ya tiempo a naufragar y a degenerar, pues de Mecenas carecen que las honren, que a sus discípulos favorezcan y los alienten con honores, pues con los estudios que gozan de cierta estimación se inflaman siempre los hombres. Y cuando ya fatigada por esta cuita, me había adormecido, entonces he aquí que tú apareces, tendiéndome la mano de la buena esperanza y, ordenándome que del sueño del hastío me despierte, mientras me dices que de mis estudiosos algunos frutos has visto y que no te han desagradado, y que a los ojos de nuestra reina [Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II] los has mostrado, y que velarás, me prometes, para que en adelante por la oscuridad no permanezca derribado nuestro saber, si es realmente saber, el cual en el olvido languidece y, por decirlo de alguna manera, se enmohece.

Estas palabras me hicieron recobrar un poco el ánimo, aunque de mi espíritu se había apoderado ese vicio del que habla el trágico: “es vicio propio de los desgraciados, el no creer nunca en las cosas alegres, así como pensar el que a ellos no les es lícito volver a disfrutar de una feliz fortuna[Séneca, Thyestes, Acto V, vv. 938-940]. Cuando que un sueño era, había discernido, y que era totalmente falso todo lo que había soñado, fruto únicamente de mis anhelos, vino a mí, en medio de estos conflictos, Francisco Canobio, varón cuyo nombre no ha de silenciarse nunca, y que era una realidad lo que yo tanto deseaba me aseguró. Y a ti, con los más vivísimos colores te pintó, a ti que eres al que todos los doctos como apoyo y como el único y más seguro patrón deberían solicitar. A ti, al que todos con esa humanidad inaudita te ven brillar, esa misma que tú nunca piensas que has regalado bastante a los demás, es más, te muestras de tal manera que aventajas a los otros con tu prudencia, tus costumbres y tus pensamientos, y con tu humanidad a ti mismo verdaderamente superas.

Te escribo para hacerte llegar con esta carta mis gracias eternas de todo corazón, y mi amor por los estudios, y decirte que me tienes a tu disposición con tanta certeza que podrás contar conmigo para cualquier cosa, que será, como dicen, cosa hecha. Y no te honro más de lo que estoy obligada. También actuarás dignamente, siguiendo tu costumbre, y a mí me tendrás como tu deudora, si por mí te postras a los pies de nuestra felicísima reina, que nos fue concedida como un regalo de los dioses para velar por todos nosotros piadosamente, por no haber rehusado a leer mis insignificantes escritos, y si le haces voto de promesa de que no deseo en la vida mayor felicidad que consagrar mi persona y mis musas, mientras viva, al servicio de tan grande majestad. Me arrastra, o más bien me conduce, a desear servirla su piedad y la resplandeciente y maravillosa pureza de sus costumbres junto con su majestad. Sobre todo, porque esa majestad al conocimiento de las estudio y de las artes liberales por nuevos e inusitados vínculos está conexa.

Y ya, adiós, sé felicísimo y a los doctos favorece, tal como haces, puesto que tienes un ornamento de sabiduría nada vulgar.

En Toledo, a 1 de febrero (de 1.560).

La más consagrada a ti.”

(Traducción de Raúl Amores).





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