miércoles, 26 de abril de 2017

LUISA SIGEA DE TARANCÓN Y LA INFANTA DOÑA MARÍA DE PORTUGAL: “AMICITIA” ENTRE DESIGUALES, APRENDIZAJE EN COMÚN.

ESTE ARTÍCULO SE ESCRIBIÓ aprovechando el acto de donación e incorporación bibliográfica que se nos hizo al municipio de Tarancón, referida a la vida y obra de Luisa Sigea de Velasco (a la cual añadimos siempre el demónimo “de Tarancón”, para que sea más ajustada su filiación de natividad, dada la confusión que el correr de los siglos ha creado con el rótulo de “toledana”), por parte de D. Antonio Escamilla Cid.

Fue publicado por el Ayuntamiento de Tarancón en un breve tomo titulado "Catálogo. Obras de Luisa Sigea de Velasco", en el que el Archivero Bibliotecario de la localidad, Jesús Garrido, elabora el mismo, y donde también realiza Virginia Garrido la traducción del alemán del texto de Walter Breinesdorf, a la edición alemana de la "Sátira Sotádica" de 1967. El referido volumen fue presentado el día 25 de abril en la Casa de Cultura de Tarancón.

[Cfr.: http://www.tarancondigital.es/la-figura-de-luisa-sigea-se-ha-recordado-hoy-en-la-segunda-jornada-de-la-semana-del-libro-de-tarancon/
http://www.entarancon.es/noticias/2017/04/27/11167/escamilla-amores-y-luisa-sigea.
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1370628262983659&set=a.242621002451063.56614.100001094948961&type=3.
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La Infanta doña María de Avis y Beja, Infanta de Portugal y duquesa de Viseu (8 de junio de 1521- 10 de octubre de 1577), y Luisa Sigea de Velasco de Tarancón (1521-1560), habiéndose formado ambas en ese espíritu de amor al estudio de las humanidades, cada cual con arreglo a su rango en sus respectivos espacios infantiles y adolescentes, y en el poliglotismo más diverso, han llegado a nuestro conocimiento por su gran cultura. Luisa Sigea logrará brillar con luz propia en la Academia de mujeres letradas que doña María creó en su entorno palaciego, equivalente a las existentes en otras cortes reales y nobliarias, tanto para hombres como para mujeres, llegando a extender su fama fuera de sus fronteras patrias (tanto portuguesa como española)  por sus obras, mientras que Doña María sólo refulgirá principescamente en el estricto elenco glorioso del humanismo portugués, más como mecenas impregnada de cultura que por obra alguna escrita que la pueda acreditar. Y siendo la Fama aduladora de poderosos, finalmente supo hacer gala de parcialidad con la más ilustrada, con Luisa, haciendo valer “sus desvelos”, constancia y estudio, aunque en vida no le fuera de suficiente provecho, para llegar a ser “una estrella de primera altura en el mundo de la cultura.[1]

Retrato de la Infanta D. María de Portugal, de Antonio Moro.
Monasterio de las Descalzas Reales (Madrid)
Y aunque se viene definiendo el papel de Luisa Sigea como el de "docta puella", como “latina”, al servicio de Doña María, lo cierto es que su labor fue más allá de ampliar conocimientos e incentivar a la Princesa en las letras clásicas, que no el de enseñarle la lengua antigua de los romanos, pues llegó a compartir con ella cierta familiaridad, “amicitia inter inaequales”: eran mujeres de la misma edad, de similar formación, aunque desigual estado, y como dijo Plutarco,  mujeres que acogieron “las mismas costumbres y caracteres, y se alegraron con las mismas prácticas, actividades y ocupaciones”. [2] Quizá, por ello, la misma amargura que le fue sobrecogiendo a su Señora, tras los vaivenes casamentarios y las estrecheces económicas a las que le sometió su hermano, podremos verlos reflejados en los escritos de la dama taranconera.

Pretendemos desterrar, pues, el papel de "maestra" de Luisa sobre la Infanta, "desde la más tierna infancia", como se viene citando.[3] Veámoslo.

En efecto, suele indicarse que por expreso deseo de su madre la reina doña Leonor de Austria (1498-1558), fue predispuesta a formarse en el mundo de las letras la Infanta doña María a través de grandes humanistas de la corte portuguesa, a semejanza de lo que le ocurrió a las hijas y nietas de la reina Isabel la Católica.[4] Y parece ser que se logró el propósito, pues ya era común entre las mujeres cortesanas portuguesas esta educación, como lo muestran las referencias que de ello nos han llegado, en especial las cartas de Cataldo Sículo[5]  y las noticias constantes que tenemos de los secretarios latinos y maestros llamados por el rey Juan III de Portugal y su propia esposa Catalina de Habsburgo a la corte, como fueron Pedro Sanches,  André Resende, Pedro Nunes, Fernão Mendes Pinto, João de Barros Jorge Coelho, Jerónimo Cardoso, etc..., así como los llamados a los palacios nobiliarios, caso del Paço Ducal de Vila Viçosa,  verdadero Parnaso de los duques de Bragança, o el Paço de Vila Real, entre otros.

La referencia fundamental que se viene empleando para analizar esta cuestión es lo dicho por fray Miguel Pacheco (¿?-1668), quien en su “Vida de la Serenissima Infanta Doña María, hija del rey D. Manoel...”, ensalzará a doña María con una desmedido apologismo[6] sobre su perfección en la lengua latina, basándose en lo mencionado por otros autores contemporáneos o inmediatos a la Princesa, y que iremos citando más adelante, además de haber dispuesto, según él mismo nos dice, de documentos directos que pudo leer, y que acreditarían sus palabras.[7]

Y aunque lo cierto es que no tenemos constancia directa de su puño y letra de tal cuestión (sólo conservamos una carta dirigida a la Reina de Inglaterra, María, tribial y de asuntos personales), el padre Pacheco, para probar la afirmación de que era una gran latinista nuestra Infanta, nos recordó una carta dirigida a su madre, a la edad temprana de catorce años, como modelo de excelencia, y que reproducimos aquí:

«Chistinissimae Galliarum Reginae Eleonorae matri pientissimae, Maria obsequentissima filia, salutem.

Pro summo celsitudinis tuae erga me amore, mater pientissima, per litteras mihi consuluisti non semel, atque adeo materno in filiam amore imperasti, ut Latinum sermonem conarer addiscere, quod ea res maximam olim mihi voluptatem esset adlatura, & ornamenti non parum. Ego autem quamvis rei difficultate deterrebar, tamen, ut imperio tuo parerem, coepi litteris indulgere Latinis, quatenus, vel aulae dilitiae, vel pueriles mei anni patiebantur; nam neque ego tunc per aetatem studia haec amare, quorum nondum noveram utilitatem, neque laboriosa illa grammaticae fastidia aequo animo ferre poteram; nunc autem ubi Romanae linguae suavitatem utcumque degustavi, & quam pulchrum esset Latine scire, intellexi, non invita, ut ante hac , sed animo per quam lubenti hunc laborem amplector, & maiestati tuae, quae me pro iussu & exhortatione frequenti huc pepulit, ac in virtutum omnium domicilia (sic enim litteras recte appellarem) renuentem ferme pertraxit, ingentes gratias ago, agamque semper dum vivam, máximas, nam digne pro tot, tantisque in me beneficiis collatis referre nunquam potero. & quamquam hoc in genere vires nostrae non adeo convaluere, ut per me ipsa mihi sufficiam, volui tamen has ad celsitudinem tuam litteras dare, quibus intelligat, quousque meus hoc in studio labor sit progressus Quem si probabis, addes animum, ut libentius ultra progrediar; sin minus, adnitar porro, ut aliquando tibi probetur: denique quando eadem opera, & celsitudinis tuae morem gero, & mihi rem comparo, nequaquam vulgarem, curabo posthac diligentius, ut quod hactenus cessatum est, industria sedula, vigilantique studio pensem. Servet Christus celsitudinem tuam. Eadem celsitudinis tuae observantissima fìlia[8]

Más aún, para reforzar la cuestión, continuará Pacheco atribuyéndole alguna que otra autoría de ciertas obras —que nadie ha visto (y que quizá tampoco él llegó a conocer)—:

"En Latín compuso algunas obras, pe [sic] que hazen mencion los que tomaron por su quenta hazer Catálogos de Autores Portugueses, y entre estos ponen la Sereníssima Infanta Doña María." [9]

Fruto tal vez de un error, como nos dice C. Alferes Pinto[10], al entender mal la afirmación de M. Faria e Sousa (1590-1624), en su “Epítome”, que decía:

"La Infanta Doña Maria, hija del Rei Don Manuel, escrivió en Latin, i tenía perpetuamente Academia de mugeres doctas."[11]

Escribió”, pero no fue “creadora” de obras, como sí tenemos constancia de Luisa Sigea, tanto de haber escrito cartas en latín, de las que disponemos, como de haber escrito obras literarias en latín. Error, que por principio de autoridad, fueron repitiendo otros[12], sin prueba documental alguna.

Dicho lo cual, no obstante, lo cierto es que sí nuestra regia Señora tuvo fama de mujer letrada y leída, como ya pusieron de manifiesto los más afamados e instruidos humanistas eruditos contemporáneos suyos: André de Resende[13] (1500-1573), João de Barros (1496-1570) el “desembargador[14], el comediógrafo Jorge Ferreira Vasconcelos (1515-1525? – 1585) introductor del tema celestinesco en Portugal, Damião de Góis (1502-1574) el íntimo amigo portugués de Erasmo de Rotterdam[15], Jerónimo Osorio de Fonseca (1506-1580)[16] llamado el Cicerón portugués, etc.; y los diversos elogiadores tras su muerte, como fueron Pedro Rodrigues Soares[17], Pedro de Mariz (1550-1615)[18], Duarte Nunes Leão (1530-1608)[19], fray Luís dos Anjos (1580-1625)[20], etc.

No sólo eso, también se señalan sus amplios conocimientos de las lenguas vulgares: castellana, portuguesa, francesa e italiana, que completarán su poliglotía con las clásicas: latina y griega.

No nos es extraño el caso del concimiento del portugués, lógicamente, como lengua nativa, ni del castellano, también lengua materna, aunque no sólo. En efecto, fue costumbre en este período del siglo XVI hablar en la corte portuguesa con naturalidad tanto el portugués como el castellano, quizá éste último idioma por influencia de las cuatro reinas castellanas, hijas o nietas de los Reyes Católicos, que residieron en ella junto a un nutrido grupo de damas y caballeros que había de acompañar a cada una de las consortes reales. Recordemos que Manuel I el Afortunado (1469-1521), que ascendió al trono en 1495, casó en tres ocasiones, todas con infantas españolas: dos con las hijas de los Reyes Católicos, Isabel de Aragón (1470-1498) en 1497, y María de Aragón (1482-1517) en 1500 —ésta engendraría al futuro Juan III el Piadoso, a Isabel de Portugal (1503-1539) que casaría con su primo Carlos I de España, y a Enrique I de Portugal (1512-1580), el Cardenal, del conjunto de diez hijos que tuvo—, y con una nieta, hija de Juana I de Castilla, Leonor de Austria (1498-1558) en 1518 —que daría a luz a la Infanta María, duquesa de Viseu (1521-1577)—; que su hijo, el rey Juan III (1502-1557), que ascendió al trono en 1521, casó con otra nieta de los Reyes Católicos, la hija de Juana I, Catalina de Austria (1507-1578) en 1525 —que concibió a María Manuela (1527-1545) quien luego casará con su primo el futuro Felipe II de España—; que el príncipe Juan Manuel (1537-1554), casará con la archiduquesa Juana de Austria (1535-1573), hija de Carlos I, y que concebirá a Sebastián I el César (1554-1578), sucediéndole su tío-abuelo D. Enrique I el Cardenal hasta 1580; y que, finalmente, a éste le sucederá Felipe I de Portugal y II de España (1527-1598), como hijo que era de Isabel de Portugal.

Respecto al francés[21], bástenos traer a la memoria que su madre, viuda de su padre Manuel I a la edad de veintitrés años, casó después, el 4 de julio de 1530 con el rey francés Francisco I, por expreso deseo de nuestro rey emperador Carlos I, hecho que además le acarreó la orfandad total a doña María, por la ausencia y lejanía de la madre prácticamente durante toda su vida (más de treinta y siete años[22]). Por ello, no es insólito que de su puño y letra tengamos cartas suyas en francés[23], ya que fue uno de los medios (no el único) de comunicarse con ella, hasta el fallecimiento del rey francés, además de que, por motivos de intereses personales en la corte francesa, caso de la reclamación de la herencia de su madre, más tarde hubiera de emplearla con asiduidad.

Y, finalmente, en cuanto al latín y griego, era también costumbre en esta corte, desde la más tierna infancia, ser introducidos los niños en estas lenguas.[24]

No obstante lo expuesto, si bien era algo normalizado en la corte portuguesa, en la Infanta se logró un plus añadido, dada su propia naturaleza. Así, el padre Pacheco afirmó que:

En ellas paran comúnmente las personas de su estado, que teniendo por inescusable saber leer, y escrivir, juzgan por escusado el passar más adelante. No lo entendió así nuestra Princesa, que en saliendo de aquel estudio propio de la niñez, el ingenio vivo, y su natural inclinación, incitada de las exortaciones de su madre Leonor Reina de Francia, que por las noticias que tenía de su viveza, y capacidad, le escrivía con frecuencia aprendiesse la lengua latina, se dio a ella, en que hizo tales progresos, que a poco tiempo, socorrida de su docilidad, y talento, la escrivía, y hablava como si fuera materna; lo mismo le sucedió con la griega, a que también se entregó, que como era tan hábil, lo que en otros fuera molestia, era recreación en ella.[25]

Vemos, pues, que a la Infanta doña María (como le ocurrió a Luisa Sigea) se le dio una educación claramente humanista[26], alejada del encorchetamiento de la típica formación femenina que proclamaban los más conservadores tratadistas de la época, y que se vieron reforzados en la Contrarreforma, bajo el marbete de que cuanto más supieran las mujeres más vicios adquirirían, por lo que sólo se les debía enseñar a leer y escribir, y esto siempre con cautela (recordemos lo ávidas que llegaron a ser a la lectura de novelas de caballería o novelas sentimentales, por ejemplo, por lo que se les criticaría que más que gastar su tiempo en esos menesteres deberían leer libros piadosos y cristianos). Claramente opuestos a esta concepción bronca e incesiva, los humanistas preconizaban que sucede justamente lo contrario de aquella expresión: cuanto más ignorante se es, más fácil es caer en los vicios, amén de que el conocimiento produce bondad.

Erasmo y Luis Vives son dos de los humanistas que más provocaron el cambio de visión, El primero a través de sus “coloquios escolares”, que dirigidos inicialmente a jóvenes que estaban aprendiendo latín, pretendían, además de graduar la dificultad para la adquisición del idioma, como meros ejercicios de latinidad, también inculcar enseñanzas morales concretas, valiéndose de la amenidad y criticar las costumbres y hábitos sociales del momento (fundamentalmente del clero). Para nuestro asunto, bástenos fijarnos en obras tales como los coloquios “Abbas et erudita”, “Puerperio”, “Senatulus”, etc.[27] El segundo, a través de su “Tratado de las disciplinas”, “Tratado del alma” y “La educación de la mujer cristiana”, fundamentalmente. [28]

Logro que hará decir a Duarte Nunes (1530-1608), que si a las mujeres de aquella época

“lhes fôra lícito irem as escholas e estudos públicos e aprenderem como os homens, não há dúvida senão que fôra mui grande o número de letradas que poderam meter em confusão a muitos homes que nas escholas aprenderam muitos annos, e nellas tomaram grãos”.[29]

Y a nuestra Infanta se le permitió, y muy decididamente, tanto por el interés puesto por la reina Leonor, su madre, como por la reina Catalina, su tía, como por la propia capacidad personal de ella, de modo que nadie de su entorno dudó en considerarla una mujer “de su siglo”, cultivada en las artes todas:

Foy muy estudiosa das letras, & fez na lingua latina, & outras grandes progressos, com que gastava o tempo em ler livros, pera o qual tinha em sua casa muitas donzellas doutas em muitas artes, com as quaes commonicava seus estudos, cuja casa era hum domicilio de musas, & huma escola de virtudes, & honestidade: aonde se achava quem revolvia livros, quem tocava muitos instrumentos musicos de diversas maneiras, & quem pintava & fazia outros officios, que sao naturaes das molheres, com grande perfeiçao”.[30]

Así lo corroboró también Luisa Sigea, diciendo:

«Nec dubito quin sint aliqui Principes quorum vel incuria, vel neglectus, vel imperii amplitudo sit subditis infensa et calamitosa. Non tamen de eorum sunt numero hi quibus iam a pueritia inservio, quosque longo temporum curriculo ac rerum varietate experta sum. Quaeque possum verius multo testimonium proferre quam tu, mea Blesilla, quae cum absis, tua etiam monachophilia contenta, ipsos infensos habes atque invisos. Unde est quod de iis sinistre atque inique iudicas. Ego certe de mea loquor Principe, de qua una illud Isocratis certo certius affirmare ausim: [primero en griego, siguiendo el texto de Iohannes Stobaeus, “Florilegium”, editado como “Collectiones sententiarum” en Venecia en 1536, o de una de las ediciones de Conrad con el título “Joannis Stobæi Sententiæ”, de 1543; luego en latín] “Quod terribilis existit, non quod indignetur multis, sed quia prae caeteris plurimum excellit; voluptatum dominus, non servus earum, nihil eorum negligens quae sua praesentia Regem ornent, verum e qualibet politia optima quaeque deligens, popularis vulgus demerendo, civilis Reipublicae administratione, imperatorius in periculis bene consulendo, denique tyrannicus vere regius omnes iam enumeratos vincendo”.

Quique verissimos eos honores esse existimant, non qui in propatulo sibi cum civium timore deferuntur, sed quos subditi apud se soli mentem regis potiusquam fortunam secum admirari eidem tribuunt. Huiusmodi consilio non indigebit, quo Syriae regem sic monebat: [primero en griego, luego en latín]

Ne tibi persuadeas cuique esse magis quam tibi philosophandum, nec id aliam ob causam magis, quam quia Rex es. Est, enim, Regis posse homines conservare, beneficiis afficere. Id autem qui sit facturus scire opus est quid homini bonum, quidue malum sit, quid iuvet, quidue obsit, quid utile, quidue inutile. Hoc autem non est alterius discernere quam philosophi, quippe qui in eo ipso assidue versatur ut praecipiat quidquid ad hominis felicitatem pertinet”.

Meus vero Princeps philosophus est, et natura et arte Philosophiam colit, ac Philosophiae sequaces fovet. Scit hac duce voluptatem et avaritiam vincere ac frugalitatem diligere; scit verecundiam servare, linguamque compescere et modum atque ordinem et elegantiam cum honestate prae se ferre. Quae omnia illum mihi aliisque omnibus amabilem reddunt. Meminit, praeterea, iuxta Agathonem [primero en griego, luego en latín]:

“Primum quod imperet hominibus; deinde, quod secundum leges; tertio, quod non semper imperet”.

Tandem [igualmente, primero en griego, luego en latín]:  “iustis quidem requus et iustus est; malis vero, omnium maximus hostis in terra”, iuxta Euripidem.

Quae omnia, ut solent saepe numero malorum animos offendere, quod dissimiles sint suis moribus, ut iam dixi, ita bonorum ingenia ad sequendos Príncipes movent, cum Solomonem audiant dicentem [primero en hebreo, luego en latín]: “Time Dominum, fili mi, et Regem, et cum detractoribus non commiscearis”. ».[31]

Ahora bien, si, siguiendo el modelo erasmista y humanista, [32] nuestra Infanta recibió su primera enseñanza en el mundo de las letras y las lenguas desde la más tierna infancia, si ya en la corte portuguesa se enseñaban los rudimentos de la lengua latina, y luego se les apoyaba en la adolescencia con un “maestro de latín”, de modo tal que a la edad de catorce años, con enorme perfección formal, escribió Doña María una carta a su madre, según Pacheco, ¿cómo es posible que podamos sostener, según él mismo que

 “para los primeros de leer, y escriuir, y Lengua Latina, y Griega, lo fue Luisa Sigea, criada suya, de quien se dirá adelante, sugeto prodigioso, que se escrivía con los Príncipes?”. [33]

En efecto, si doña María nació el ocho de junio de 1521 (muy cercano a la fecha de nacimiento de Luisa, como vengo manteniendo junto a Leon Bourdon y Odette Sauvage,[34] entre otros: en el entorno de 1522) y alrededor del año 1527 inició sus estudios en latín como era costumbre, escribiendo hacia 1535 una lograda carta, formal y estilísticamente, a su madre, ¿cómo podemos decir que “Luisa Sigea” le enseñó latín, hallándose ausente y teniendo la misma edad que la Infanta?[35]

Esta misma pregunta se hizo Carla Alferes Pinto,[36] pero partiendo de un lamentable error, a nuestro entender. En efecto, la argumentación de nuestra investigadora para poner en duda la afirmación del padre Pacheco se basa en que

 “o pai de Luísa e Ângela só vem para Portugal em 1542 — tinha a Infanta 21 anos — para entrar ao serviço dos Duques de Bragança”.



Y sabemos que esto no es cierto, toda vez que Diego Sigeo, padre de Luisa Sigea, llegó a Portugal, acompañando a doña María Pacheco, en 1522 (veinte años antes de lo que presupone la estudiosa), estableciéndose en Oporto, según consta en el testimonio de su “Relación Sumaria...”, la cual reprodujimos en “Biografía de Luisa Sigea Toledana. Una taranconera del siglo XVI en la corte portuguesa y española”.[37] No sólo es cierto esto por propio testimonio de Diego Sigeo, sino que tenemos constancia de que a la muerte de su valedora, doña María de Padilla, en 1531, éste llegará a ser “maestro del rey D. Juan III y del duque de Bragança D. Teodosio, y de D. Duarte, Dª Catalina y Dª María, duquesa de Parma, sus hermanas, hijas del infante D. Duarte; y después lo fue de los mozos hijosdalgo de la corte del rey Juan III”, como también expresé que testimoniaron, entre otros,  A. Carvalho da Costa y V. da Costa Deslandes.[38]

Fue en aquel Palacio Ducal de la Casa de Bragança en Vila Viçosa, en el que vivió durante la década de los 30 y 40 del siglo XVI Diego Sigeo, sirviendo primero al 4º Duque de Bragança, D. Jaime,[39] y fundamentalmente al quinto Duque, D. Teodosio I, del que fue manifiesto maestro  así como de sus hermanos de padre (Constantino, luego virrey de la India; Jaime, Fulgêncio y Teotónio, luego arzobispo de Évora), tan

“cubierto de latín como si del sarampión se tratara, de modo que no puede hombre alguno andar alrededor de vos sin pisar o aplastar a los Ovidios o a los Beocios. Y por vuestra reacción vi que fue primero en vos Plinio que la carne, algo semejante a lo que sucede con las grandes tinajas de las casas de Évora, que no pueden sacarse sin romper las puertas”.[40]

Teodosio I, Duque de Bragança

Y es a este ambiente de intelectualidad y humanidad, a este palacio, al que  acudirá Luisa Sigea, al encuentro de su padre, entre 1536 y 1538 aproximadamente, justo cuando se celebraron las magníficas fiestas por la boda del Infante D. Duarte (hermano del rey Juan  III de Portugal) con Isabel, la hermana del Duque D. Teodosio I, en 1537, en aquella población, razón por la cual se construyó la magestuosa fachada de mármol del palacio, haciendo gala de la divisa del ducado “depois de vós, nós”, que daba muestra de que tras la familia real ésta era la más poderosa..

La función de Diego Sigeo en este palacio fue fundamentalmente ayudar a estos nobles a que pudieran acceder luego a los estudios de la Universidad, primero en Lisboa y luego en Coimbra, junto a otros humanistas, como Juan Fernandes, Fernando Cardoso, Domingo Peres, Antonio Maldonado.... Además, sabemos que le enseñó a D. Teodosio no sólo latín, sino también griego y hebreo.

Recordemos que por decisión real de Juan III, en 1537, se transfirió la universidad de Lisboa a Coimbra, y que para reforzarla en 1547 se creará el Colegio Real (Gymnasium Regium). Para ello, como nos contó fray Héctor Pinto,

Nunca hubo tantos letrados ni tan excelentes como en tiempo del serenísimo rey don Juan tercero deste nombre, que hizo la universidad de Coimbra, una de las principales de toda Europa, a la cual trujo los mejores maestros y letrados que había en el mundo. No se contentó solamente con los que había en su reino, mas sin ellos hizo venir otros de Salamanca, Alcalá y París, y Burdeos y Flandes, y de Italia y Alemania. Finalmente, hinchó la universidad de las mejores y más insignes letras de todas las facultades que había en su tiempo, y ennobleció su reino de todo género de buenas artes y sciencias, y hízole una rica feria universal de todas las excelentes doctrinas, y enriquecióle de virtudes que en su tiempo sumamente florecieron (...).[41]

La nómina de algunos de esos maestros[42] de la Universidad de Coimbra, que se habían ido incorporando ante el llamamiento[43] del rey Juan III, fundamentalmente españoles, podemos hallarla en la oración pronunciada por João Fernandes, maestro de Retórica, titulada “De Celebritate Academiae Conimbricensis”, de entre los que destacaban los teólogos Alfonso de Prado (castellano, que llegó a ser rector entre 1555-1557), Marcos Romeiro, Martín de Ledesma (c. 1509-1574, castellano que regentó la cátedra de Biblia y luego sustituyó en Prima a Alfonso de Prado, y que trasladará las ideas de Francisco de Vitoria a Coimbra), Paio Rodrigues Vilarinho; los canonistas Martín de Azpilcueta (doctor navarro, 1492-1586),[44] João Morgovejo, Fábio Arcas Nârnia; los juristas Manuel Costa, Ascânio Escoto; los médicos Rodrigo Reinoso, Francisco Franco (valenciano,),  António Luís,; el matemático Pedro Nunes; los maestros de Artes, Gaspar Bordalo, Vicente Fabricio Eusebio (francés, maestro de latín y griego en el Convento de Santa Cruz del duque de Bragança don Teodosio, y de sus hermanos)[45], etc.

Paralelamente al rey, en ese mismo año de 1537, el infante D. Henrique estableció en Braga una escuela latina compuesta de unas 30 personas, donde impartirán, entre otros, su magisterio  Nicolau Clenardo, João Vaseu, y Marcial de Gouveia, imprimiendo Cleonardo, en esta localidad, en 1538, sus Institutiones Grammaticae. Antes, un compañero de Diego Sigeo, Maximo de Sousa, maestro de Gramática de D. Fulgencio y D. Teotonio de Bragança, había escrito en 1535 una “Gramática latina” (Coimbra: Mosteriro de Santa Cruz, 1535), por mandado del rey Juan III, siendo la primera publicada en Portugal y la empleada en la Universidad de Coimbra hasta que Manoel Alvares publicara la suya en 1572.[46]

Claro ambiente de estudio y creatividad es el que respiraba y en el que se desenvolvía Diego Sigeo, quien  estuvo en la Casa de Bragança hasta 1549, constándonos su presencia en la Universidad de Coimbra, al menos entre 1545 y 1546. Fue en esa fecha de 1549 el momento en que el rey Juan III lo llamó a Lisboa, para encargarle la enseñanza de los mozos hidalgos, indicando A. M. Alves que será quien dirija la Escuela Regia hasta 1560, además de ser nombrado Escribano de la Camara Real (secretario del Rey para las cartas latinas).

Pero retornando a nuestra argumentación, si Luisa Sigea llegó con edad de entre los quince y diecisiete años a Portugal, la misma que debería tener la Infanta María, y hemos afirmado, por un lado, que los rudimentos del latín se enseñaban sobre los seis años de edad en la corte portuguesa, según los parámetros humanistas, y por otro, que la famosa carta que ésta escribió en latín a su madre fue a la edad de catorce años... ¿cuándo pudo ejercer su magisterio Luisa? Nunca, evidentemente.

Retrato de la Reina Catalina de Austria,
de Antonio Moro, en el Museo del Prado

Más aún, podemos reforzar esta cuestión con la siguiente noticia. Sabemos, por testimonios escritos, que Ángela y Luisa, antes de entrar al servicio de doña María, fueron meninas de la reina doña Catalina de Austria (1507-1578), la nueva reina de Portugal —“in Regum Aula adscita, inque lusitanicam Aulam benigne admissa”, dirá la misma Luisa—, esa tía y cuñada, a la vez, de la Infanta doña María, que suplió a su madre ausente y que estaba casada con el rey Juan III de Portugal desde febrero de 1525.[47]

Lo que sí podemos decir es que tanto Diego Sigeo, como sus hijas, pudieron disponer de una de las mejores bibliotecas del Renacimiento en Portugal (compuesta por más de 6 000 documentos),[48] creada por D. Jaime y magníficamente ampliada por D. Teodosio, tal y como puso de manifiesto A. I. Buescu.[49] Y que si la infanta creó su Academia literaria años después, y los reyes las correspondientes a sus hijos, no es menos cierto que el Ducado de Bragança tuvo la suya, como también explicó Luis de Matos.[50]

Llegados aquí, detengámonos un momento en remarcar que la reina Catalina de Austria fue una de las impulsoras del humanismo erasmista en Portugal,[51] tal y como ya señaló el profesor E. Asensio. En efecto, en 1527, a través de fray Bras de Braga y Diego de Murcia, encargado de la educación del infante D. Duarte, y que será luego rector de la Universidad de Coimbra, el erasmismo penetró decididamente en Portugal. A ellos se unirán Nicolás Clenardo como preceptor del infante D. Enrique, tras haber sido invitado a acudir Erasmo de Rotterdam, de manera que a lo largo de los años 30 sus obras son comentadas, analizadas, imitadas. De hecho, indica P. Cifuentes que

“sabemos que en su biblioteca personal se encontraban obras de los principales humanistas de su tiempo”,[52]

constándonos diversos recibos de la compra de los mismos. Y que serán varios los doctos humanistas quienes le dediquen sus obras, caso de la traducción de “Lo libre de les dones” de Francisco de Eiximenis, que apareció bajo el título de “Carro de las donas”, en Valladolid, en 1542, o de “Dos Privilegios e Praerogativas que ho Genero Femenino Tem por dereito comun & Ordenaçoes do Reyno mais que ho Genero Masculino”, de Ruy Gonçalves, de 1557; amén de la labor de mecenas que mantuvo con algunos de los grandes erasmistas, como Pedro Sanchez, que vino con su séquito a Portugal, y del que tenemos evidencia de los pagos de moraida desde 1530.

Pues bien, lo cierto es que no sabemos si había exprofeso algún/a maestro/a de latín para la Infanta, pues en los “Libros de Moradores”,[53] siendo niña, no figura nada al respecto, como sí aparece, en cambio, adscrita al Aula de la Reina doña Catalina, Joana Vazlatyna”, al menos desde 1529.

Sólo podemos presumir, siguiendo a J. Silvestre, que se basa en Garibay , que el maestro de la Infanta, en las primeras letras, latín y griego, fue D. Julián de Alva, castellano, capellán de la reina Dª Catalina, y luego primer obispo de Portalegre.[54]

Lo que sí es evidente que debemos descartar, como han referido algunos, que doña María recibió, su primera educación de manos de Doña Elvira de Mendoza Manrique, hija de Juan Hurtado de Mendoza, Montero Mayor del rey Juan II, y de doña Inés Manrique, hija de Pedro Manrique (Adelantado Mayor de León), salvo que por primera educación entendamos todos la propia del niño/a inferior a los seis años, quien, entregado a una “nodriza, ama, aya”, le daba cariño, nutría, vestía, generaba conductas y hábitos, fomentaba aptitudes y corregía vicios, y enseñaba los rudimentos de las letras y la conversación, de la cortesía y la fe cristiana, y poco más. Ésta fue Camarera Mayor de la reina doña Leonor, por deseo expreso de la reina Isabel la Católica, de quien su marido, D. Martín de Alarcón, era Capitán de su Guardia, y que la acompañó primero a Portugal al casarse con Manuel I y ser reina de este país entre 1519 y 1521, y luego en el inicio de su viaje a Francia tras sus desposorios con el rey francés Francisco I, donde sería reina entre 1530 y 1547. No lo pudo ser, porque si marchó fuera de Portugal acompañando a la reina Leonor —esto ocurrió cuando doña María tenía apenas dos años (en mayo de 1523)—, bien poco le pudo instruir. Amén de que fallecería doña Elvira antes de entrar en tierras galas, cuando se encaminaba a sus desposorios la reina Leonor con el rey Francisco I, en la ciudad de Vitoria.[55]

Señala el padre Pacheco que entonces quedó a su cargo, como aya y luego Camarera Mayor, doña Juana de Blasfelt,[56] dama de la reina Doña Catalina de Austria, y que fue esposa de D. Francisco de Guzmán, y que fue fray Joao Soares de Urro, su confesor, religioso agustino, su maestro en Escrituras Sagradas y en diversas teorías filosóficas.

Pero nada queda claro, pues el “Diccionario de Luis de Camoens” expresa que

“D. Maria aprendeu latim (muito provavelmente com a latinista Joana Vaz, dama da Rainha D. Catarina) e, segundo alguns biógrafos, também o Grego –ainda que nao se conheçam escritos de sua autoria nesta língua-, e que dominava o francês e o castelhano”.[57].

quizá basándose en que estando en la “moraida” de la reina en la época de enseñanza de la Infanta, debió ser ella su maestra, cosa que nos parece harto probable..

A los dieciséis años nos concreta el padre Pacheco que tuvo ya Casa propia la Infanta, esto es, en 1537, como la venían teniendo los infantes herederos y las esposas consortes de los reyes. Su ubicación será en los palacios viejos de Alcáçova (luego los tendrá en Santa Clara y en Santos-o-Novo). Tener su propia Casa conllevaba vivir fuera del palacio Real, tener adscritos una serie de “familiares” de la selecta nobleza, tanto caballeros hidalgos como damas, que le habían de servir y toda una serie de lacayos para atender sus vitales necesidades. Para ello era preciso disponer de una renta que sufragara sus gastos.

Junto a esta autonomía, generada por el Rey, como humanista activa y profesa, Doña María creará su propia Academia de mujeres intelectuales y expertas en diversas cuestiones, que pudieran contender con ella y enseñarle no sólo en letras y ciencias, sino también en las diversas artes.

Dice, al propósito, Duarte Nunes de Leão (1535-1608) que

«poderiamos nomear por primaz a serenissima infante Dona Maria, filha del rei Dom Manuel, a qual alem das muito heroicas virtudes que nella resplandeciam & grade exemplo de honestidade em que perseverou no estado viginal ate a morte,  foi muilo studiosa das letras, & fez na Lingua latina e outras grande progresso, com que gastava o tempo em ler livros: para o que tinha em sua Casa muitas Donzellas doctas em muitas artes com as quaes communicava seus estudos : cuja Casa era hum domicilio das Musas & hua schola de virtudes & honestidade, em a qual se achava quem revolvia livros, quem tocava muitos instrumentos músicos de diversas maneiras, & quem pintava & fazia os outros ofjicios, que são naturaes das molheres, em grande perfeição”.[58]

Estas mujeres estudiosas además solían participar en los torneos o competiciones de los “Serões” musicales, poéticos, teatrales, etc., del Palacio Real, junto a los doctos varones que formaban parte del mecenazgo del rey o de la reina.

Pero, ¿quiénes componían esa Academia de Mujeres?[59] El registro más reiterado es el que menciona a las dos Sigeas, Luisa y Ángela, Paula Vicente, Juana Vaz, y luego a un grupo disperso,[60] compuesto por Publia Hortensia (también bajo el mecenazgo de doña Isabel de Bragança, en Évora), Leonor de Noronha (1488-1567), Margarida de Noronha, Isabel de Castro Andrade y Brites de Meneses.

Según apuntó Sira Garrido, sirviéndose de las lecturas de los “Livros de Moraida”, Luisa entró al servicio de la infanta en 1539 (esto es, cuando ambas tienen 18 años), mientras que su hermana Ángela lo hará en 1542, cuando ya Luisa era la “latina” de la Infanta, con un salario muy por encima de las demás mujeres de la Casa (incluso superando a Joana Vaz).[61] Y sabemos también que Luisa casó en 1552, trasladándose a Torres Novas con su marido y toda su familia, abandonando tres años más tarde Portugal, en 1555; por tanto, Luisa estuvo al servicio de la Infanta María sólo trece años, entre los 18 y los 30 años de ambas, aproximadamente.

De la vida en esta Academia da claro testimonio el diálogo escrito en latín por Luisa Sigea titulado “Duarum virginum colloquium de vita aulica et privata” (escrito antes de 1552, fecha de su matrimonio, y que también dedicó a la Infanta D. María), en donde el personaje Blesilla es trasunto de ella misma, criticando el desenfado y frivolidad de la vida cortesana, y el mundo de intrigas y mala remuneración por los servicios (casi esclavos) que son prestados y no valorados por los servidores de los señores. Incluso llega a hacer referencia a las numerosas ocasiones en que la Infanta la reclama para sus estudios. Esta misma obra suele mostrarse como evidencia de la magnífica biblioteca que debía poseer la Infanta, pues la relación de citas de autores que hace Luisa en su “Diálogo” es abundantísima, y debió adquirir su conocimiento aquí (aunque no sólo, pues hemos citado las bibliotecas de los duques de Bragança y de la reina). Pero nosotros añadiremos que es evidencia de que Luisa y doña María aprendieron juntas, estudiaron y crecieron paralelamente  en sus conocimientos de latín y griego, y que, además, Luisa singularmente lo hará en hebreo, caldeo y árabe;[62] más las lenguas catellana, portuguesa, italiana y francesa:

“donzella da dita Infanta Dona Maria & que em sua casa se criou, foi exquisitamente docta em muitas linguas, & em muitas artes: et assi era insigne em qualquer das linguas como senão foubera mais que que a em que fallava ou escrevia. Escrevendo ella ao Papa Paulo III huma carta lha mandou nas linguas Latina, Grega, Hebraica, Chaldea & Arabica, cada huma tam elegante, que o Papa se espantou & le respondeo com hum breve cheo de loavores, & bençoe, & graças que lhe concedeo: cuja irmãa Angela Sigea a igoalou nas linguas Latina & Grega & a excedeo na musica de muitos instrumentos que sabia”. [63]

Por cierto, otro falso error nos es recordado por Carolina Michaelis Vasconcelos, por el que muchos autores portugueses consideraron a 

«Joanna Vaz como menina-prodigio e Luisa Sigea como matrona, e professora d'aquella. Outro erro é o de representarem ambas como alumnas da Infanta. Trabalhando no seu paço, consultando a sua bibliotheca, lendo com ella escritos de poetas e historiadores, ambas fariam progressos notáveis. Também é possível que assistissem às prelecções, dadas à Infanta por summidades scientificas».[64]

Respecto al toque de amargura último de la infanta, ya hemos hecho mención a la herencia de su padre anteriormente, la cual cobrará tarde, mal y nunca. Para satisfacer esta deuda, el rey Juan III hará a la Infanta María de Portugal y de los Algarves, en 1544 (cuando tenía 23 años), Duquesa de Viseu,[65] de la que será Señora de juro "com todos os seus termos e limites e com todas as suas rendas", con "jurisdição cível e crime mero e místico império", así como de Torres Vedras, además de añadirle cinco cuentos de réis, que según recuerda A. Oliveira eran superiores a la renta de un buen obispado en Portugal (las rentas del arzobispo de Braga o del obispo de Coimbra, andaban por los 6 cuentos), o a todo lo necesario para pagar la Universidad de Coimbra en 1555.[66] Luego, María recibiría posteriormente la herencia francesa, de su madre,[67] y finalmente la herencia castellana.[68] Ante tal cúmulo de bienes, fue considerada como la princesa más rica “de toda la cristiandad”.[69]

Mas todo fue “potencia”, “posibilidad” pero no realidad, dado el retraso en los pagos, debiendo pedir préstamos anticipados, incluso el cobro de la dote de su madre. Y esto lo sufrió Luisa en sus carnes, a pesar de que viera la gratificación, primero, para su boda en la que la Infanta —tal y como venía haciendo con todos sus familliares—, arbitró el desembolso de 25 000 reis por el casamiento de Luisa Sigea, constando el recibí firmado por su padre en Lisboa el 3 de septiembre de 1552,[70] año de su boda; y después, aunque no lo pudiera ver por haber fallecido, cuando doña María se acordó claramente de Luisa en su testamento, dejando expresada la concesión de una renta anual de 12 000 reis para su hija, Juana de Cuevas y Sigea.[71]

No, no fue Luisa maestra incial en las letras latinas de doña María, es cierto, pero sí fue acompañándola en su elevación humanística durante su juventud, aprendiendo, estudiando, leyendo, y aplicándose a la par, sufriendo las amarguras y ambicionando sueños simultáneamente, y padeciendo las estrecheces que la escasez económica provoca. Amigas desiguales por sus estados, jóvenes experimentando el paso del tiempo y la llegada de la madurez por su edad, letradas ilusionadas ambicionando saber más por su capacidad intelectual, y, al final, la separación (una regresando a su patria; la otra añorándola sin haberla conocido) y la gloria diversa del humanismo renacentista europeo para cada una de ellas: principesca en su condición una, en su sabiduría otra.

 

NOTAS.

[1] Cfr.: Costa Ramalho, Américo da. "A infanta dona Maria e o seu tempo", in Humanitas, XXXVII-XXXVIII (1985-1986), pág. 183.

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[2] Cfr.: Morales Otal, C. et García López, J. Plutarco. Cómo sacar provecho de los enemigos. Cómo distinguir a un adulador de un amigo. Madrid: Siruela, 2006, pág. 71.

El sentimiento personal que tuvo Luisa Sigea sobre la existencia de la verdadera amistad parece ser bastante negativo, siguiendo la línea de Plutarco (que se expone en op. cit. pág. 42), tal y como prueba este texto:

«Tandem quod idem Plutarchus concludit, verum esse prorsus experior; scilicet ut [primero en griego, después en latín] “Quoniam his sane temporibus ad libere loquendum paene vocem amisit amicitia, et loquax est assentatio atque admonitio muta, quod superest, ut ab inimicis verum audiamus”. Nam si difficultates ac molestiae temere fortuitoque incidentes, alios decent quid expediat (velut in fabulis ait Meropa: “Fortuna, sublatis iis, quae mihi era charissima, mercede me sapientem reddidit”). Quid vetat quominus gratuito praeceptore utamur inimico, qui nobis prossit, aliquidque doceat, quando quidem pleraque magis intelligit inimicus quam amicus? Propterea quod amor caecutiat in re amata, velut inquit Plato».

Y cuya traducción realizamos:

«Por último, lo que Plutarco concluye parace ser muy verdadero, si juzgo por mi propia experiencia, a saber [primero en griego y después en latín:] “Dado que en nuestra época, al menos, para hablar libremente, casi pierde su voz la amistad, porque la adulación es locuaz mientras que la admonición es muda, tenemosque escuchar la verdad de nuestros enemigos”. Porque si las dificultades y molestias tememos que nos acontezcan fortuitamente y sin razón, otros dicen que les son ventajosas (como dice Meropa en la fábula: “La Fortuna, privándome de lo que me es más querido, me ha hecho merced dándome sabiduría”). ¿Que es lo que nos impide que hagamos de un enemigo un preceptor gratuito, susceptible de enseñarnosnos útiles lecciones, puesto que, precisamente, en la mayor parte de los casos muchas cosas las percibe mejor el enemigo que el amigo?, ya que ‘el amante se ciega ante el amado’, como dice Platón».

Serrano y Sanz, Manuel. Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas. Vol. II. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1903, pág. 430. Loysa Sigaea. Colloqium habitum apud illam inter Flaminiam Romanam et Blesillam Senensem, virgines tum nobiles tum etiam doctas, De Aulica et Privata vivendi ratione (Primus dies. Flaminia).

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[3] Cfr.: Costa Ramalho, Américo da. "A infanta dona Maria e o seu tempo", in Humanitas, XXXVII-XXXVIII (1985-1986), pág. 183.

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[4] Lo ponemos en femenino, porque estamos refiriéndonos a las mujeres letradas humanistas de esta época, de las que ya dio testimonio su contemporáneo Lucio Marineo Sículo para el caso de las españolas. Recordemos aquella cita de la "Epístola exhortatoria a las letras", de Juan de Lucena a Fernand Álvarez Zapata, en la que nos expresaba con gran entusiasmo:

"Todos callemos ante la muy resplandeciente Diana, Reina nuestra Isabel, casada, madre, reina y tan grande, asentando nuestros reales, ordenando nuestras batallas; nuestros cercos parando; oyendo nuestras querellas; nuestros juicios formando; inventando vestires; pompas hablando; escuchando músicos; toreas mirando; rodando sus reinos andando, andando, y nunca parando; gramática oyendo, recrea. ¡O ingenio del cielo armado en la tierra! ¡O esfuerzo real asentado en flaqueza! ¡O corazón de varón vestido de hembra, ejemplo de todas las reinas, de todas las mugeres dechado, y de todos los hombres materia de letras! ¿Quién tan torpe, tan rudo, que non las aprenda? […] ¿No vedes cuántos empiezan a aprender admirando su Realeza? Lo que los reyes hacen, bueno o malo, todos ensayamos de hacer. Si es bueno por aplacer a nos mesmos; y si malo, por aplacer a ellos. Jugaba el rey, éramos todos tahúres; studia la Reina, somos agora studiantes. Y si vos me confesáis lo cierto, es cierto que su studio es causa del vuestro; o sea por agradarla, o sea porque os agrada, o por envidia de los que han comenzado a seguirla».
Westerveld, Govert (Valle de Ricote, Godofredo). La Celestina. Lucena y Juan del Encina. Blanca: 2015, pp. 228-229.

Cfr.: Cárceles Laborde, C. Humanismo y educación en España (1450-1650). Pamplona: Eunsa, 1993.
Salvador Martínez, Nicasio. Isabel La Católica. Educación, mecenazgo y entorno literario. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2008.
Oettel, Thérèse. “Una catedrática en el siglo de Isabel la Católica: Luisa (Lucía) de Medrano”, in Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 107 (1935), pp. 289-368.
Segura Graíño, Cristina. "Las sabias mujeres en la corte de Isabel la Católica", in Graña Cid, Mª Mar (coord.). Las sabias mujeres. Educación, saber y autoría (siglos III-XVII). Madrid: Almudayna, 1994, pp. 175-188.
______ . "Las mujeres en la época de Isabel I de Castilla", in Anales de Historia Medieval de la Europa Atlálica: AMEA, 1 (2006), pp. 161-187.
______. "Las mujeres escritoras en la época de Isabel I de Castilla", in Salvador Miguel, N. et Moya García, C. (coord.). La literatura en la época de los Reyes Católicos. Madrid: Iberoamericana, 2008, pp. 275-291.
______ . "Beatriz Galindo. Ejemplo de humanista laica", in Miscelánea Comillas: Revista de Ciencias Humanas y Sociales. LXIX, 134 (2011), pp. 293-304.
Val Valdivieso, Mª Isabel. "La educación en la corte de la Reina Católica", in n Miscelánea Comillas: Revista de Ciencias Humanas y Sociales. LXIX, 134 (2011), 255-273.

Pero también ocurrirá esto con todos los varones, lógicamente. Un claro ejemplo será su primo Felipe II.

Cfr.: Gonzalo Sánchez-Molero, José Luis. El erasmismo y la educación de Felipe II (1527-1557). Tesis Doctoral. Madrid: UCM, 1997.

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[5] Costa Ramalho, Americo da. Para a história do humanismo em Portugal. Coimbra: Univ. de Coimbra, 2013.

Recordemos que la colección de versos de Cataldo, recopilados por Antonio de Castro, y del que no consta actualmente ningún ejemplar, si es que llegó a publicarse, fueron dedicados a doña María, donde se ensalza a su padre D. Manuel y la labor que realizó en pro de los humanistas y las humanidades (becó a muchísimos jóvenes estudiantes para que estudiaran fuera de Portugal), frente a su hermano D. Juan III (al que llamó Herculano “ruin de condición e inepto”, pero que paradógicamente es considerado el padre de las letras, al impulsar y crear la Universidad de Coimbra, y bajo cuyo reinado, ya en 1535 João de Barros nos decía que

 «a todos é notório quanto amor às letras, quanto favor, quanto amparo, quantas mercês recebiam dele [D. João III] os letrados de toda a ciência; este amor é causa de sua corte florecer hoje tanto em letras como florece; este mesmo o faz cuidar novas maneiras e novas invenções de estudos gerais, por onde as ciências em seu reino não menos cresçam e vão adiante, que as outras virtudes».

O a su muerte, Inácio de Morais:

«Vt saepe demiraremur principem non ita litteris doctum, usque adeo tamen incredibili quodam litterarum amore flagrare»

Esto es:

muchas veces nos admirábamos de un príncipe en las letras no muy docto, que se entusiasmara tanto y con un increíble amor a las letras”

Morais, Inácio. Oratio funebris in interitum serenissimi regis Ioannis ad patres conscriptos Conimbricensis Academiae. Folio Aiij revº.

Cfr., además: Cardoso, Luis Miguel Oliveira de Barros. Para a História do Humanismo Renacentista em Portugal. Pedro Sanches e o ‘Sortilégio das Musas’. Coimbra: 1996.

______. “Pedro Sanches e a musa de Roterdão: o (des)velado Cálamo de pendor Erasmista “, in Martins, J. V. de Pina. Humanismo e Erasmismo na Cultura Portuguesa do Século XVI. Estudo e Textos, París: Fundação Calouste Gulbenkian/Centro Cultural Português, 1973.

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[6] Como harán también tantos otros con epítetos del tipo “Minerva de su siglo”, “hermosa Minerva”, “rara ave o fénix por su prudencia y singular entendimiento de todos los asuntos”; eruditísima”, “segunda Zenobia”, “ínclita Eudoxia”, “Artemisa”, “Dido”, etc..., y que ya citó

Michaëlis de Vasconcelos, Carolina. A Infanta D. Maria de Portugal (1521-1577) e as suas damas. Lisboa: BNP, 1902.

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[7] Pues fue “procurador da testamentária” de la Infanta doña María.

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[8] Pacheco, Miguel. Vida de la Serenissima Infanta Doña María, hija del rey D. Manoel, fundadora de la insigne Capilla Mayor del Convento de N. Señora de la Luz, y de su Hospital, y otras muchas casas dedicadas al culto divino. Lisboa: Ivan de la Costa, 1675, pág. 88  revº.

Reproducida también por :

Silvestre Ribeiro, José. Historia dos establecimentos scientificos, literarios e artisticos de Portugal nos succesivos reinados da monarchia. Tomo I. Lisboa: Typographia da Academia Real das Sciencias, 1871, pág. 62;

Sousa, Caetano Antonio de Sousa. Provas da historia genealogica da Casa Real Portugueza: tiradas dos instrumentos dos archivos da Torre do Tombo, da Serenissima Casa de Bragança, de diversas Catedraes, Mosteiros, e outros particulares deste Reyno. Tomo II. Lisboa: Regia Officina Silvana, e da Academia Real, 1742, pp. 711-712.

Cerda y Rico, Francisco. Clarorum hispanorum opuscula selecta et rariora tum latina, tum hispana. Vol. Primum. Madrid: Antonio de Sancha, 1781, pp. XXXVIII-XIX.

Leite, Bertha. D. Gonçalo da Silveira. Lisboa: Divisão de Publicações e Biblioteca - Agência Geral das Colónias, 1946, pp. 182-183.

Michaëlis. de Vasconcelos, Carolina. A Infanta Dona Maria de Portugal (1521-1577) e as suas damas. Lisboa: BNL, 1983, p. 33, quien la data de entre 1535-1537.

Allut, Paul- Aloysia Sigea et Nicholas Chorier. Lyon: Chez N. Scheuring, 1862, pág. 11.

Prieto Corbalán, María Régula. Epistolario latino. Luisa Sigea. Madrid: Akal, 2007, pp. 151-152.

Y cuya traducción realizamos:

«Salud a la cristianísima y piadosísima Reina de Francia, doña Leonor, de su obedientísima hija María:

En virtud del sumo amor que Vuestra Alteza, madre piadosísima, profesa por mi persona, por carta me consultaste más de una vez, y me mandaste en nombre del cariño que siente una madre por una hija, que me esforzara en aprender la lengua latina, por lo cual en esta cosa he volcado todo mi máximo esfuerzo y no poco ornato. Así pues, aunque a ratos por la dificultad de este empeño desistía, no obstante, sometiéndome a tu mandato, comencé a entregarme a las letras latinas, en la medida en la que me lo permitían las delicias de la corte y mis infantiles años, pues entonces, por mi edad, no podía amar estos estudios, cuya utilidad todavía no entendía, ni podía sobrellevar con un ánimo equilibrado aquellos fatigosos trabajos de la gramática. Pero ahora, cuando la suavidad de la lengua romana he degustado, y cuán hermoso es el latín he conseguido conocer, acojo esta labor no de mala gana como antes, sino con ánimo lúdico. Y a Vuestra Majestad, que con sus órdenes y con frecuentes exhortaciones me impelió a ello, y a la residencia de todas las virtudes –así a las Letras justamente llamaré- me arrastró, las más grandes gracias os doy, y os daré mientras viva las máximas, pues, en la medida que os lo merecéis, dignamente, los beneficios tan grandes que me habéis proporcionado, nunca podré agradeceros. Y aunque en este género han crecido nuestras fuerzas de tal modo que para mí misma son más que suficientes, he querido a Vuestra Alteza esta carta dar, para que conozca como mi trabajo en estos estudios ha progresado. Si los apreciáis, me animaréis para que haga con más placer depués progresos en ellos. Pero si los menospreciáis, para merecer vuestra aprobación, aunque sea un poco menos me esforzaré en lo sucesivo. Finalmente, cuando a Vuestra Alteza con este trabajo complazca y aleje de mí cualquier vulgaridad, procuraré en lo futuro con todo cuidado compensar aquello de lo que carezco con un trabajo diligente y un atento estudio. Que Cristo conserve a Vuestra Alteza. Su respetuosísima hija de Su Alteza».

Y además, nos aseverará

Farinha, Bento José de Sousa. Summario de Bibliotheca Lusitana. Tomo III. Lisboa: Academia Real das Sciencias, 1786: p. 192:

«E duas cartas, huma a sua may, e outra a Carlos V, ambas en latim, e andam como a sua Vida [se refiere a la escrita por Pacheco] e huma nas Prov. da Hist. Genealog. Tomo 2».

Fijémonos con atención en que María expresa casi literalmente las reflexiones de Erasmo sobre educación, y que reproducimos más adelante en la nota 35.

Finalmente, debemos dejar dicho, también, que el género epistolar estaba incluído en el currículum de los estudios de humanidades de los niños del s. XVI, siendo uno de los motivos para los certámenes escolares, además de ser éste un género muy apreciado como meditación, ensayo de asuntos varios y comunicación entre amigos (se considera que Erasmo de Rotterdam llegó a escribir más de 20 000 cartas, de las que conservamos unas 3 000; y, a la par, debemos mencionar que Luisa Sigea fue igualmente muy adicta a su composición), amén de haber elaborado muchos de ellos un tratado al respecto, como es el caso de C. Celtes, Ch. Hegendorf, Erasmo, Lipsio, Vives, Bardaxí, etc. Vivo ejemplo de lo dicho es la propia carta de doña María a su madre, como ejercicio epistolar.

Cfr.: Trueba Lawad, Jaime. El arte epistolar en el Renacimiento. Madrid: Támesis, 1996.

Prieto Corbalán, M. R. Epistolario latino. Luisa Sigea. Madrid: Akal, 2007, pp. 29-34.

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[9] Pacheco, op. cit., pág. 88 anvº.

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[10] Alferes Pinto, Carla. O mecenato da Infanta D. Maria de Portugal (1521-1577).Tesis Doctoral. Lisboa: 1996, pág. 18.

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[11] Faria e Sousa, Manuel de. Epítome de las historias portuguesas. Primero i Segundo Tomo. Madrid: Francisco Martínez, 1628, pág. 695.

También en la pág. 694 se cita a 

Luisa Sigea, en la escuela de la Infanta doña María, hija del Rei don Manuel, escrivió en todas las lenguas que más ilustran a los doctos”.

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[12] Sirva de muestrario los siguientes ejemplos:

  • Sousa de Macedo, Antonio de. Flores de España, excelencias de Portugal. Primera Parte. Lisboa: Jorge Rodríguez, 1631, pág. 69 revº.:

“De las mugeres la Infanta Doña María, hija del Rey Don Manuel escriuió en Latin, y tenía perpetuamente Academia de mugeres doctas; Doña María su sobrina, Princesa de Parma supo mucho en Matemática, y en otras letras humanas, y era muy versada en la Escritura Sagrada; Doña Leonor hija del Marqués de Villa Real Don Fernando de Meneses en tiempo del Rey Don Manuel traduxo a Sabelico, y le ilustró con anotaciones. Luiza Sigeá en la escuela de la Infanta Doña María fue muy docta en varias artes, y hablaua, y escriuía perfectíssimamente en todas las lenguas que más ilustran a los doctos, al Papa Paulo 3 escriuió vna carta en Latin, Griego, Hebraico, Caldeo, y Arábigo, en cada vna destas lenguas tan elegantes, que el Papa se espantó, y le respondió con vn breue de muchos fauores,y dexó vencida la fama de la Romana  Eustochiam, hija de Santa Paula, que era muy eminente en las lenguas, Latina, Griega, y Hebraica; Angela Sigea su hermana la ygualó en las lenguas, Latina, y Griega, y la excedió en la Música,, y muchos ínstrumentos que sabía (...)”.

  • Ayres de Azevedo, Diogo Manoel (P. Manoel Tavares). Portugal illustrado pelo sexo femenino, noticia historica de muytas heroinas portuguezas que floreção em virtudes, letras e armas. Tomo I. Lisboa Occidental: Pedro Ferreira, 1734.

    Volverá a insistir en que la infanta fue muy docta en la lengua latina, en la cual compuso algunas obras, siendo muy versada en filosofía, matemáticas y astronomía (quizá confundiéndola con su sobrina), y rematando con:

“Instituio no seu Palacio huma nobilissima, e sapientissima Academia, formando-a de muitas senhoras, e outras mulheres sabias, as quaes convocara em certos dias, practicando com ellas sobre certos pontos e facultades”.

Na escola deitas virtudes cresceo a Infanta Dona Maria, fizendo ociosa a diligencia das Ayas, obrando as acções de virtude, que via obrar na Rainha, e fazendo conhecer com as primeiras luzes da razão hum entendimento vivo, que manifestava as perfeições da alma nos dotes naturaes do corpo de génio, e engenho. Aprendeo as primeiras letras sem os trabalhos, de que são causa os poucos annos, porque em breve tempo conseguio facilmente saber ler, e escrever com agilidade, e perfeição.

Com as noticias da viveza, e capacidade da Infanta lhe escrevia a Rainha de França, sua may com grande frequência, mandando-lhe, que aprendesse a lingua Latina, a que se deu com grande estudo, e chegou a comprehender todas as regras da Latinidade, em que escreveo algumas Cartas de elegante estylo, e outras obras, de que fó ha tradição. No livro da sua vida, que escreveo em Castelhano Frey Miguel Pacheco, se vê copiada huma Carta na lingua Latina, que escrevera à Rainha de França, em que se mostra a propriedade, e eloquência, com que fallava a Latina tão bem, como a Portugueza. Na Grega teve a mesma applicação, conseguio igual facúndia, escrevia, e fallava com a mesma elegância.

Florecia naquella idade a famosa Heroína Luiza Sigéa, que teve a fortuna de ter por discípula a Infanta Dona Maria em as primeiras letras. Depois nos estudos mayores de Filosofia, e Escritura Sagrada teve por Mestre a Fr. Joaõ Soares, Religioso de Santo Agostinho, que por suas letras, e virtudes morreo Bispo de Coimbra. Hé avaliada por menos verisimel a opinião de Garibay, que na Historia dos Reys de Portugal diz, que fora Mestre da Infanta D. Julião de Alva Castelhano, e natural de Madrigalejo, Esmoler da Rainha Dona Catharina , e primeiro Bispo de Portalegre.

Logo, que a Infanta contou dezasseis annos de idade, teve EI Rey seu irmão providencia de lhe pôr casa propria separada de Palacio para sustentarse de seu rico patrimonio, ou fosse razão de conveniencia, ou de estado. Entrarão a servilla os Fidalgos da primeira nobreza, e as Damas, que eraõ filhas dos mayores titulos do Reyno. Merecem particular memoria entre outras muitas criadas da Infanta por sua erudição, e bellas letras, as duas irmãas Luiza, e Angela Sigéa Castelhanas por nascimento , e por acções illustres (...)

Acabava a hora dos despachos, dando principio a seus estudos, que duravaõ ate a hora de jantar, que sempre era com religiosa temperança entre a numerosa quantidade de iguarias, que serviaõ à grandeza, e não à gula. Recreava-se grande espaço da tarde no exercício dos instrumentos, que tocava Angela Sigea, que era a mais perita entre outras criadas, e senhoras, que fazião coro, ou formavao Academia de consonancias, parecendo Collegio, e naõ Palacio de virtudes, sciencias, e artes liberaes; porque alli se achava quem revolvia os livros, quem tocava hum, ou muitos instrumentos, quem pintava, e bordava, com outros exercícios, que erão próprios da grandeza, e do fexo.

O mais da tarde ate à noite se divertia nos lavores, e bordaduras, que fazião as suas damas para serviço dos Altares, ornamento das Igrejas. Havia conferencia nos estudos das bellas letras; e com a noite se retirava ao seu Oratório, gastando muitas horas na oração, e exame da consciencia, fazendo-se tão admirada esta forma de vida religiosa, que D. Sancho de Córdova, Embaixador de Carlos V nesta Corte, lhe escreveo, dizendo: ‘Que a Princeza sua sobrinha não admittia pratica de casamento, porque seus fins erão mais santos, e honrados” (...)

infanta, incitada por sua mãe a rainha D. Leonor, que estava fora de Portugal, entregou-se ao estudo da lingua latina, e com tamanho fervor o fez, que logrou tornar-se distincta no conhecimento cabal d'aquelle idioma, e poder compor algumas obras, as quaes se as avaliamos por uma carta que escreveu a sua mãe, deviam ser primorosas em pontos de phrase latina.

A carta, a que alludimos, foi escripta pela infanta D. Maria a sua mãe, a rainha D. Leonor, com o fim de lhe agradecer o havel-a induzido a tal estudo. N'esta carta diz a infanta, que ao principio lhe fora penoso aprender a lingua do Lacio, talvez pelos poucos annos de sua edade; mas que ao depois creara affeição ao estudo, e conseguira poder vir a escrever do modo porque o revelava esta carta: se a sua mãe parecesse bem o estylo, a ella cabia o louvor pelo conselho: e se encontrasse defeitos, diligenciaria, ella infanta, aperfeiçoar-se mais e mais.”

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[13] Pero con una advertencia, el dato se nos aporta en una “oratio” leída por Resende el 28 de junio de 1551, con motivo del aniversario de la creación de las instalaciones del Colegio Real en Coimbra, esto es, cuando la infanta doña María ya tenía treinta años.

En ella se dice:

possum mulieres quoque ostendere quae cum omni vetustate certent eruditione, ac in primis Mariam regis nostri sororem”.

Esto es:

“puedo también mostrar mujeres que rivalizan en erudición con las de toda la Antigüedad, y, en primer lugar, a María, hermana de nuestro rey (Juan III)”.

Resende, André de. Oratio habita Conimbricae in Gymnasio Regio anniversario dedicationis eius die, com uma dedicatória à Infanta D. Emmanuelis P. Invicti filiae D. Joannis III P.F. invicti Soror Mariae principi eruditissimae. Lisboa: 1551, pág. 18.

En esta misma obra, se publicará el poema mal atribuido a Aquiles Estacio (1524-1581), secretario de epístolas latinas del Papa Pío V, puesto que es de André Resende, en el que se alaba no sólo a Dª María, sino también a sus dos criadas, Juana Vaz y Luisa Sigea (y que incorporó el padre Pacheco a su obra: op. cit., pp. 135 revº a 137 revº, junto a la traducción en castellano que después realizó Manuel de Salinas y Lizana: op. cit., pp. 128 anvº a 143 anvº).

Respecto de Luisa, recordemos que decía:

"Altera, SYGAEA est, virgo admirabilis, unam
[060] Foemina, quae maribus vitam opprobrare supinam
Posset, et ignavos magno adfecisse rubore.
Nam quum septenae vix dum trieteridis annos
Computet, indefessa dies, noctesque, latinas
Volvere non cessat chartas, non cessat Achaeas,

[065] Moseaque, ac Solymos rimatur sedula uates;
Quin per Achemenios scopulos, Arabumque salebras
Currit inoffense, linguarum quinque perita.
Quum nihil interea qui se profiterier audent
Esse sophos, pudeat saltem nescire Latine.
"


Cuya traducción sería:

Es la Sigea una doncella admirable, a la que la poderosa naturaleza elevó entre las demás para que fuese una mujer quien pudiera reprochar a los varones su vida ociosa y hacer ruborizar a los ignorantes ociosos. Pues contando apenas tres veces siete años (esto es, 21 años), incansable escribía y leía, de día y de noche, códices latinos, aqueos y mosaicos, y diligente estudia a fondo a los poetas. Además, avanza inofensiva por los escollos aqueménios y las asperezas árabes, siendo perita en las cinco lenguas. Entretanto, aquellos que se atreven a declararse sabios, no se avergüenzan nada de desconocer el latín”.

Id., pág. 23.

Para el conocimiento general de esta obra, vid.: Paiva Domingues, Gabriel de. Oraçao de André de Resende pronunciada no Colégio das Artes em 1551. Reproduçao facsimilada, leitura moderna, traduçao e notas.Acta Rediviva, III.  Coimbra: Biblioteca Geral da Universidade, 1982.

Sobre las cartas de Resende a la infanta María, y en concreto sobre esta epístola, cfr.: Paiva Domingues, Gabriel. “A sempre noiva. Carta de André de Resende à Infanta D. Maria”. Coimbra: Atlântida, 1976.

Señalará este crítico como fecha de la epístola el año 1545, y siendo la edad de Luisa en ese poema de 21 años, marcará su fecha de nacimiento en 1524, cosa que como se sabe discutimos nosotros.
Sobre al fecha de la composición creemos que efectivamente, las referencias al casamiento de doña María con Felipe II pueden muy bien reflejar ese período, mas la datación del nacimiento de Luisa Sigea entre 1526-1524 es imposible, al no estar Diego Sigeo en España.

Por otro lado, parece que desconoció fray Miguel Pacheco tanto la publicación que hemos mencionado de 1551, como la "L. Andreae Resendii, Eborensis. Scriptorum nunnc simul editorum. Tomus Alter" (Colonia: Arnoldus Mylius, 1600, pp.78-82) y una tercera edición, también en Colonia, de 1613, como también mencionó Paiva Domingues.

Por ello, partiendo de la referencia del padre Miguel Pacheco, atribuyendo el poema a Aquiles Estacio (Estaço), en su obra sobre la vida de la Infanta, donde dice ofrecernos una "tradución del poema de Estacio Aquiles, celebre poeta lusitano, hecho a la serenissima Infanta D. Maria, por Don Manuel de Salinas, y Lizana, Preposito y Canonigo de la Cathedral de Huesca, del Reyno de Aragón" (op. cit., pág. 138 anvº.), serán muchos los que mantengan esta falsa atribución. Citemos sólo unos ejemplos, para no ser prolijos:

► D. Barbosa dará como obra de Achilles Estaço un "poema latino em louvor da Serenissima Infanta D. Maria filha del Rey D. Manoel, o qual comença, "iam pridem studiis aliis addictior aevi", o qual está impresso na 'Vida da mesma Princeceza' composta por Fr. Miguel Pacheco, lib. 2, cap. 18, pág. 135 v., onde com igual elegancia se ve traduzido em Castelhano por D. Manoel de Salinas y Lezama Conego da Cathedral de Huesca".
Barbosa Machado, Diogo. Bibliotheca Lusitana Historica, Critica, e Cronologica. Vol. I. Lisboa Occidental: Antonio Isidoro de Fonseca, 1741, pág. 9.

Este poema latino será reproducido parcialmente por el mismo.
Barbosa Machado, Diogo. Bibliotheca Lusitana Historica, Critica, e Cronologica. Vol. III. Lisboa: Ignacio Rodrigues, 1752, pp. 414-415.

► En la "Biografía Eclesiástica Completa (Tomo XII. Madrid/Barcelona: Librería de D. Eusebio-Narciso Ramírez, 1862, pp. 980-983), se nos dice:

"... A los 16 años, y con una esmerada educacion, se puso en casa aparte con especial servidumbre, contándose entre sus damas de honor las célebres Luisa y Angelo Sigeo, toledanas, y mujeres doctísimas en toda clase de ciencias, que fueron de lo mas célebre de su tiempo. Dedicada la piadosa infanta a la virtud, arregló su casa de la manera más cristiana, ejercítándose continuamente en obras de caridad y devocion, y siendo un constante modelo de santidad para toda su familia, distinguiéndose principalmente en la buena dístribucion de sus rentas, de las que, además de las continuas limosnas con que por su misma mano socorría á los necesitados, hizo y fundó innumerables obras pías, de las que enumeraremos, entre otras: un convento en Lisboa, de la órden de S. Benito, y advocación de Nuestra Señora de la Encarnación; la capilla real de Nuestra Señora de la Luz; convento de regulares de la órden de Cristo; un hospital de sesenta y tres camas , que se llamó después, de la infanta, cerca del convento anterior; y otras muchas donaciones á parroquias, conventos, capillas, y demás establecimientos de piedad en Lisboa; en Coimbra, fundó un colegio de S. Francisco para trein— ta colegiales; en Santarem, casi reedificó y enriqueció la iglesia del Sto. Cristo del Milagro, en la que después fundó un monasterio de la órden de S. Benito, para que se diese mas culto á la Santa Imágen; en Torres—Vedras, fundó otro convento de capuchinos, y dejamos de contar otras obras de piedad de menos importancia, con que favoreció á otros pueblos. Sería cosa larga el referir el pormenor de las virtudes todas de esta Serenísima infanta, su devocion al Santísimo Sacramento, y á la Virgen Nuestra Señora; su celo por la salvación de las almas, por el cual instigó al P. Polanco, jesuita y secretario que habia sido de S. Ignacio, á que tradujese en lengua vulgar un catecismo, que en latín habia compuesto, para la mejor instruccion del pueblo; como asimismo al P. Fr. Luis de Granada á que compusiese su célebre "Memoria de la vida cristiana", obras ambas, que cuidó la infanta de imprimir y de repartir por todas las parroquias. Su caridad con los pobres fue escesiva, y no menor su igualdad en lo próspero y ao‘dverso, que en el discurso de su vida la aconteció. Deseosa de conservar su castidad, la Providencia dispuso se realizase su deseo, pues aunque la razón de Estado la propuso muchos enlaces, todos se desvanecieron con gran contentamiento de Doña Maria. En la historia, que existe impresa, de su vida, pueden mas látamente verse los muchos tratos de casamiento de ellá, que en varias córtes de Europa, se proyectaron, y las circunstancias porque se desistió de esos propósitos, por disposicion del cielo, que quiso que la infanta no tuviese mas esposo, hasta su muerte, que el divino Salvador. Todos los que dejaron alguna memoria de esta princesa, manuscrita ó impresa, todos ponen como su principal elogio, el de la pureza, recato y honestidad en que vivió y murió. Previniéndose ya para la muerte, trató lo primero de elegir lugar para su entierro, que lo fué la iglesia y convento de Nuestra Señora de la Luz, al cual, por estar lo más del tiempo cerca de él, hábia añadido algunas casas inmediatas, donde retirada del mundo, casi continuamente residía. Pertenecia esta iglesia, que está á una legua de Lisboa, á los regulares de la órden de Cristo. Después de esto otorgó su testamento, en 18 de julio de 1577, en su propio palacio, que entonces era cerca del convento de Santos el Nuevo, extramuros de Lisboa. Libre ya de todos los lazos de la tierra, y entregada únicamente á Dios, la cogió la última enfermedad, y recibiendo todos los sacramentos con el mayor fervor, recogimiento y devoción ardentísima, dió su alma á Dios el 10 de octubre de 1577, á los 56 años de edad, tan bien empleada en el servicio de Dios. Celebráronse sus exequias con gran pompa, asistiendo á ellas el rey D. Sebastian, y demás Grandes del reino, y quedó en depósito su cuerpo, según su última voluntad, en el convento de monjas de la Madre de Dios, donde permaneció cerca de veinte años, que duró la obra de la capilla de Nuestra Señora de la Luz, á la que se trasladaron definitivamente sus restos, en 1597, siendo ya rey de España y Portugal don Felipe II, que cuidó de cumplir exactamente la voluntad de la infanta. Escribieron elogios de esta venerable y excelsa princesa todos los ingenios mas célebres de su tiempo, entre los que mencionaremos al doctor Azpilcuelta Navarro, Duarte Nuñez, Estacio Aquiles, Maris, en sus diálogos, Antonio Vasconcelos, jesuita, Manuel de Faria, Damiano Goes, Manuel Acosta, y el célebre poeta Luis de Camoens, que á la muerte de esta princesa hizo el elogio siguiente:
Que levas cruel morte? hum claro día.
A que horas o tomaste? amanhecendo.
Entendes ó que levas? nao o entendo.
País quem to fez levar? quemo entendía.

Seu corpo quem o goza? a terra fría
Como ficou sua luz? anoítecendo.
Lusítania que diz? fica dizendo,
Em fim nao mereci Dona María.

Malaste quem a vio? ja marta estaba.
Que díz o seu amor? falar nao ousa
E quem o faz calar? minha contade.

Na morte que ficou? sandade brava,
Que fica la que ver? nenhua cousa,
Mas fica que chorar sua beldade.

El mencionado Estacio Aquiles la dedicó un poema; pero mas que todos, se detuvo, refiriendo y ensalzando las principales acciones de su vida, el historiador portugués Juan de Barros, y posteriormente, recopilando las memorias de todos, escribió largamente la vida de esta infanta y virtuosisima senora el P. Miguel Pacheco, regular de la órden de Cristo, la que se imprimió en Lisboa, en 1675, en folio, de donde se ha sacado este breve resúmen.
► O como es el caso de Villa-Real, al hablar de la Academia Literaria de la Infanta (Villa-Real, Fco. de Paula. "Tres princesas lusitanas. Bosquejos históricos. Doña Leonor de Lankaster". in La Alhambra, Revista Quincenal de Artes y Letras, Año II, nº 36 (30 de junio de 1899), pp. 283-286). Reproducimos este texto, algo extenso, por ser rara su referencia:
"inútil es que describamos el lujo, la coquetería y el buen gusto que preside en el arreglo de este palacio, que por sus condiciones, ya que no por su poder, emulaba el palacio real de su hermano. En él la Infanta hacía una vida ordenada y metódica, cuyo principal fundamento era aprovechar cuidadosamente el tiempo; y desde que muy de mañana oía su misa y tomaba frugal refrigerio, entraba en su lujoso gabinete de trabajo, dedicando el día á los goces del espíritu y al socorro de los necesitados. Era su camarera doña Constanza de Guzmán y su aya de honor doña Elvira de Mendoza. Desempeñaba las funciones de primer veedor de aquella opulentísima casa, don Juan Rodríguez de Beja, hombre de condiciones inapreciables, de maneras finísimas, y de una acrisolada lealtad á la Princesa, en cuyo palacio había nacido. Se hallaba identificado en tales términos con doña María, que una sola indicación suya le bastaba para que fuesen cumplidos sus deseos.
El despacho diario de la Infanta, ocupaba lo mismo los negocios de caridad que los asuntos literarios. Por eso le vemos que conforme va el veedor abriendo la numerosa correspondencia de doña María, de igual modo recibe un poema latino del maestro Ignacio de Moraes en elogio de Coimbra, que otro poema del gran escritor Aquiles Estacio que se lo dedica, estableciendo una comparación entre la dedicatoria de San Gregorio el bélico, Arzobispo de Granada, ofreciendo á Plácida, hija del Emperador Teodosio su obra magistral «La Trinidad», que él ofreciendo á la hermana de don Juan llI el poema que había escrito. Y después, abriendo multitud de peticiones, ya de clérigos pobres, ya de hidalgos venidos á peor fortuna, ya de pobres que tienen hijos y no pueden alimentarlos, ya por último, de una mujer que le entrega á su hija recién nacida, invocando que su marido acaba de morir en la frontera de África y que la Infanta la declara hija adoptiva y hace bautizar con el nombre de Leonor.
Todos estos hechos justifican la merecida fama de caridad y de virtud, á la par que de ilustración, de que siempre gozó la Infanta doña María.
Pero ha transcurrido el tiempo ordinario del despacho, y la Infanta va á dedicarse á su querida Academia literaria. Es la hora en que las espaciosas salas de estudio de aquel hermoso palacio están llenas de damas y doncellas de linajudo origen, lo mismo que otras de humilde prosapia que recibían educación y enseñanza en aquella especie de academia, que más parecía un colegio de ciencias y artes ó una verdadera Universidad de mujeres ilustres, una escuela donde igualmente se manejaban libros de intrincadas materias que se tocaba el más difícil instrumento; que se hacían cuadros de delicado primor ó se ejecutaban labores de otras artes con grande perfección.
La primera sala de estudios la preside otra mujer de renombrada fama literaria, que posee todas las lenguas modernas, y el griego, y el caldeo, y el siriaco, y el árabe, y el persa; que se cartea con el Papa Paulo III, con los reyes y los eruditos; que es autora del celebrado poema latino "Cintra"; la renombrada escritora Luúsa Sigea, que es la profesora de lenguas de todas las doncellas de aquella Academia literaria. La sala inmediata la preside la hermana de esta Luisa, Angela Sigea, profesora de canto y de diversos instrumentos musicales; en otra la hermosa Paula Vicente, hermana de Gil, fundador del Teatro nacional ibérico, es la profesora de pintura, y sus obras inmortales y las de sus alumnas adornan todas las paredes de aquella clase. Juana Abad es en otra la profesora de literatura, de historia y de poesía, asi como Julia Ortensia de Castro, estaba encargada de la enseñanza filosófica, y la Infanta de la dirección de todas y de la enseñanza particular de la lengua latina.
Otras profesoras de menor nombre y dependientes de aquellas ensañaban á las alumnas las labores, siendo una exposición notable sus trabajos de bordados y confección primorosa de vestidos, manteles y ornamentos, que después de hechos se donaban á los monasterios y á las iglesias.
Notables discípulas de aquella casa fueron doña Leonor de Noronja, hija del Marqués de Villa-Real (D. Fernando) y dos sobrinas de la Infanta, hijas del rey don Duarte, las señoras doña Catalina y y doña María, futuras Duquesa de Parma y Reina de Portugal.
El entusiasmo de las alumnas es grande, cuando penetra en las salas de estudio la Infanta doña María. Ella preside lodos los trabajos, ella dirime todas las contiendas literarias, ella recibe todas las deferencias en materias de arte y de poesía, y ella goza embelesada cuando se celebran allí hermosas sesiones literarias en que se leen poemas de los más renombrados escritores; y más tarde las jóvenes alumnas, interpretando preciosas melodías y cantando con voces de ángeles, forman un coro bíblico que causa la admiración de cuantos le escuchan, pasando el día embelesadas con el estudio y con estos entretenimientos literarios, dando la Infanta por concluidos los trabajos donde no solamente se ejercitan las alumnas con sus propios esfuerzos, sino también leyendo y aprendiendo en las obras de artistas, literatos, poetas y cronistas de Portugal.
Tal era la Academia literaria y artística de la Infanta doña María; y obró una revolución literaria notable, no solo por el talento y actitudes de su noble directora, sino también por la discreta elección que siempre tuvo en sus alumnas y profesoras, logrando con gran facilidad rodearse siempre de talentos femeninos que le auxiliaron en sus hermosas iniciativas.
Mas la Infanta doña María no sólo gozaba con estos entretenimientos literarios y de enseñanza para la mujer portuguesa, sino que también hacía uso de sus grandes riquezas, no solo como hemos visto para el socorro diario del pobre y del necesitado, sino al mismo tiempo fundando instituciones de piedad, de misericordia y de oración. Ella estableció con sus propias rentas, en el Monasterio de las Comendadoras de la Encarnación la Capilla real del convento de la Luz para que allí reposaran sus cenizas; allí fundó también un hospital, que más que esto parecía un palacio, para sesenta enfermos, sufragando en vida todos los gastos y dejando rentas para su futuro sostenimiento. También instituyó establecimientos de enseñanza y de instrucción en Coimbra y en Evora, dotó asimismo á numerosas damas y doncellas de su servidumbre hizo una lista de socorros pecuniarios y donativos por servicios especiales para todos sus criados, y encargó muy mucho al Rey, su hermano, que amparase siempre á todos sus leales servidores, y muy particularmente á su camarera mayor doña Constanza; libertó á todos sus esclavos y esclavas, les dio medios para que viviesen con libertad y con decoro, legó dotes para casamientos de nueve huérfanas por año; hizo legados también para las casas de misericordia de Viseo y de Lisboa; otra cantidad para redención anual de cautivos; otra también para las Cruzadas en la guerra de África; para vestir presos pobres; y fué tanta su largueza en el testamento que otorgara antes de morir, que encargaba muy encarecidamente al Rey su,hermano, que todo, absolutamente todo, se pagase, vendiendo sus bienes á ser necesario, y rogándole que si aún no fuera suficiente procurase por cuantos medios pudiese, quedaran cumplidas sus determinaciones.
Y precisamente el día que sellaba y formaba su testamento, la Infanta doña María pudo decir á su conciencia honrada estas palabras, que son la apología de su hermosa y cristiana vida: «He hecho el bien durante mi vida, y quiero hacer el bien después de muerta.» Y con tranquila conciencia, á los cincuenta y seis años de edad, dejó este mundo el 16 de Octubre de 1577.
Su muerte fué por todos sentida; las viudas, los huérfanos, las doncellas, los esclavos libertados, los altos funcionarios y la servidumbre de su casa, todos rodeaban aquél féretro que representaba la ilustración y la virtud; y escritores como Aquiles Estacio, y profesores de la Universidad, y la inmortal Luisa Sigea, y Damián de Goes, Jerónimo Osorio Vasconcellos y otros escritores y talentos de su tiempo, todos escribieron loores á su memoria, y á su memoria también dedicaron obras inmortales de su peregrino ingenio, Francisco Morales dedicándole «El Palmerín de Inglaterra» y Camoens dedicándole también la «Vida de Santa Úrsula.»
Y todos los poetas dedicándole sus obras ya en su vida, ya á su memoria, son un testimonio clarísimo de que la Infanta doña María mereció siempre la consideración y el respeto, y la admiración de propios y extraños, y que su nombre es y ha sido siempre de imperecedero recuerdo para la Historia de Portugal y para la Historia de las letras y el renacimiento literario y artístico de aquel país.
Por eso, todos los historiadores de Portugal y de otras naciones, aseguran sin rebozo que en aquel pueblo representa la Infanta doña María la edad de oro del renacimiento literario en la Corte portuguesa, y de ahí que también se asegure que muertos Gil Vicente, Bernardino Ribeiro, Camoens y esta Princesa insigne, se adormecieron las letras portuguesas, cuya muerte vino á anunciar con cantos de cisne, la que por todos es apellidada y con razón, la "Safo Lisbonense", ó la Doctora de Portugal".

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[14] Quien le dedicará un Panegírico de 80 capítulos, hacia 1546, cuando el rey Juan III le concedió a la infanta el señorío de Viseu, de donde él era natural, según Alexandra de Lucena, o más prontamente, entre 1535-1536, al visitar las obras del acueducto de Évora.

Oliveira, Antonio. “A Infanta D. Maria e o senhorio de Viseu: uma precisão cronologica”, in  Revista Portuguesa de História, 27 (1992), pág. 217

Este João de Barros (1496-1570) fue, además, quien inició el gusto por la literatura de género caballeresco entre los portugueses, tan común entre los castellanos, a raíz de su "Crónica do Imperador Clarimundo donde os reis de Portugal descendem" (Lisboa, Germão Galharde, 1522), cuyo continuador más importante fue Francisco de Moares, quien entre 1540-1544 publicará su "Palmerín de Inglaterra" en portugués (en castellano en edición de Toledo: Herederos de Fernando de Santa Catalina, 1547. Este es ese que Cervantes salvó de la quema en su "donoso escrutinio" quijotesco, y que atribuía a un supuesto rey poprtugués), verdadero impulsor del género en esta lengua, y que seguía ciclo de los Palmerines castellanos -conformado por "Palmerín de Olivia" (Salamanca: Juan de Porras, 1511), "Primaleón" (Salamanca: Juan de Porras, 1516) y "Platir" de Fco. de Enciso Zárate (Valladolid: Nicolás Tierri, 1533). Éste último, Moraes, también le dedicará a la infanta su obra, como consta en la edición de 1592 (Lisboa: Antonio Álvares).

Sobre las obras mencionadas de Barros, cfr:

Barros, João de. Panegyrica oratio elegantissima plurima rerum et historiarum copia referta Ioanni huius nominis tertio inuictissimo Lusitaniarum regi nuncupata, Antonio Ludouico Vlyssiponensi medico auctore. Vlysiponae: Apud Logdouicum Rotorigium Tipographum, MDXXXIX.

Barros, João de. Paqnegyrico a muy alta, e esclarecida Princesa Infanta D. Maria nossa senhora, in Severim de Faria, Manoel. (ed.). Noticias de Portugal (2ª edic. de José Barbosa). Lisboa Occidental: Antonio Isidoro de Fonseca, 1740, pp. 395-430.

Oliveira, Antonio. “A Infanta D. Maria e o senhorio de Viseu: uma precisão cronologica”, in  Revista Portuguesa de História, 27 (1992), pág. 217

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[15] Al que dedicó Erasmo, en 1544, su “Compendium Rhetorices”.

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[16] Osorio, Jerónimo. De rebus Emmanuelis Regis Lusitaniae Invictissimi Virtute Et Auspicio Gestis Libri Duodecim. Lisboa: Antonio Gundisalvo,1571. ----------------------

[17] Ms. Bib. Nac.. “Memorial de todos os casos dignos de memoria acontecidos nesta insigne cidade de Lisboa...” (entre 1565 y 1628).

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[18] “Dialogos de vária história”, 1594.

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[19] Descripção do reino de Portugal. Lisboa: Jorge Rodriguez, 1610.

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[20] Jardim de Portugal: em que se da noticia de algũas Sanctas, & outras molheres illustres em virtude, as quais nascerão, ou viverão, ou estão sepultadas neste Reino, & suas cõquistas / recopilado novamente de varios, & graves autores. Coimbra: Nicolao Carvalho, 1626.

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[21] No es admisible la afirmación del padre Manuel Tavares (Diogo Manuel Ayres de Azevedo), diciendo que no sabía francés:

 «Das linguas modernas soube a portugueza, castelhana e italiana. Recusou-se sempre a aprender a lingua franceza, e dava como razão “que supposto fosse materialmente elegante, os vocabulos eram pouco expresivos dos seus significados”»

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[22]

La reina Leonor dejó a su hija bajo la influencia de la corte lisboeta, a la edad de seis meses, no sin antes haber intentado llevarse a su hija, en virtud de las disposiciones que se estipularon cuando se concertó su boda con el rey Manuel I, que establecían que si la reina enviudaba y abandonaba el reino podía llevarse a los hijos habidos del matrimonio. Pero no lo pudo hacer al oponerse la nobleza lisboeta.

Caetano de Sousa (1674-1759), recogió estas estipulaciones (que también figuran en la biografía del padre M. Pacheco: op. cit., pp. 186 anvº - 194 anvº) que decían:

“Otro si es concordado y asentado que se Dios ordenare, que el dicho Señor Rey de Portugal fal[l]eíea desta vida presente primero que la dicha Señora Infanta, que ella y sus fijos, y  criados, se puedan partir de los dichos Reynos , y Señorios de Portugal , queriendolo fazer, y se puedan venir a Castilla, o a otra parte, para donde les pulguiere [sic], sin le ser puesto embago en ello, ni a los que con ella vinieren , ni en cosa alguna, que ella o ellos tengan, y consigo quieran traer, sin ser obligada de aver licencia del Rey de Portugal, que en aquel tiempo fuere, pero seya tenida de o elIo fazer saber primero , y puesto que se parta sin licencia del Rey, que no seya por sy ansy partir dezapoderada di ninguna cosa dellas, que en el dicho Reyno de Portugal tuviere agora, seyan Ciudades o Villas, o Lugares, o de otra qualquer calidad que seyan, ni de las rentas, jurisdicion y derechos dellas, ni de parte alguna dello, ni por ello seya minguada o anulada, en todo ni en parte alguna, la obligacion de su dote, y arras, asy personal, como real, general, y especial, mas fique toda via firme para ella, y a sus erederos, puesto que antes de su partida, y despues aya entre los dichos Señores Reys guerra, lo que a Dios no plegue».

Caetano de Sousa, António. Provas da historia genealogica da casa real Portugueza, tiradas dos instrumentos dos Archivos da Torre do Tombo, da Serenissima Casa de Bragança, de diverças Cathedraes, Mosteiros, e outros particulares deste reyno. Tomo II. Lisboa: Sylviana, 1742, pág. 422.

Luego, cuando se concertó su boda con Francisco I de Francia (1515-1547), tras la victoria del emperador en la batalla de Pavía en 1526, solicitó Leonor que también se concertara la boda de la infanta María con el delfín de Francia, Felipe, a pesar de tener ésta tan solo 5 años, de modo tal que pudiera regresar a su lado. Así, en el Tratado de Illescas, que determinaba la boda de la reina, se indicó también que a los siete años de edad se solemnizara con palabras de futuro y a los doce de presente, la boda de ambos, debiendo en ese momento ir a Francia. Todo se retrasó y nunca se cumplió, y teniendo la infanta quince años cumplidos (1526), el delfín fallecerá.

Después lo intentará de nuevo con otro hijo de Francisco I, Carlos, Duque de Orleans, mas el impedimento del rey Juan III, que le obligaría a desembolsar la legítima de la herencia de María, por un lado, y, por otro, las trabas de su tío el emperador Carlos I para que no le favoreciera con su dinero a un enemigo manifiesto, ocasionaron que ninguno de estos intentos se cumpliera (sobre el poder económico de la Infanta menciona Michaëlis Vasconcelos cómo el embajador de Venecia informaba de su riqueza con estas palabras: “con una dote que tenía de 400 000 escudos, que había ganado en las Indias otros 300 000, más las dote de su madre de 200 000 escudos”, etc...).

De este modo se evidenciaba que madre e hija habían de permanecer bajo el imperio de los intereses políticos del emperador Carlos y del rey Juan III, convirtiéndose ambas en meros peones en sus estratégicos movimientos europeos.

Muchas las trabas que en todo momento puso Juan III a la concertación de una boda para María. Éstas venían motivadas, fundamentalmente, por dos cuestiones: en ese momento era una de las posibles herederas al trono, y, la fundamental, que el contrato de matrimonio de su padre con la reina Leonor estipulaba un desembolso considerable.

Cfr.: Santa María, Francisco de – Anno Historico Diario Portuguez: noticia abreviada de pessoas grandes, e cousas notaveis de Portugal. Vol. III.  Lisboa: Domingos Gonsalves, 1744: “10 de Outubro, II”, pp. 152-156.

En efecto, el contrato establecía:

«Otro sí es concordado y asentado que el dicho Senor Rey de Portugal aya de dar y dé en arras a Ia dicha Señora Infanta por honra de su persona , sesenta e séis mil e seisecentas e sesenta e séis doblas, y dos tercios de dobla , de la vanda Caftellanas, en buen oro, y justo precio, que es el tercio de la dicha dote, en oro y plata, al precio que valiere, al tiempo de la paga como dicho es, en la paga de Ia dote, Ias quales dichas doblas, o su justo valor, como dicho es, la dicha  Señora Infanta Dª. Leonor, averá por arras en todo caso , agora sean nacidos fijos della, que Dios otorge , o no, sindo y acabado, o separado el dicho matrymonio, por qualquier manera, que seya, salvo si la dicha Señora Infanta falleciere primero, que el dicho Senor Rey de Portugal, en el qual cazo no averá arras, y veniendo cazo, que la dicha Señora Infanta haga de aver las dichas arras , serlean pagadas a ella, o a sus er[e]deros, como cosas de su propio matrimonio, dentro de lo[s] suso[s] dichos quatro años, contados desdel dia, que el matrymonio fuere disoluto, no fuere pagada toda la dicha dote, averá la dicha Señora Infanta y serlea restituido por arras, en el caso, que Ias haga de aver, otro tanto dellas, como montare, al respectos de lo que fuere pagado de la dote, en manera que syendo pagada Ia primera paga de la dote, le seya pagada la tercia parte de las arras, y ansí de las otras pagas (...)».

«Otro sí es concordado, y asentado que el dicho Senor Rey de Portugal se obligará y segurará, y el dicho Álvaro da Costa en su nombre, por esta presente escritura sy obliga y segura, que el dicho Señor Rey su constituiente, por su fal[l]ecimiento, dexará, y dará para el fijo mayor varon, que dentre el, y la dicha Señora Infanta Dª. Leonor naciere, hochocientas mil doblas de oro castellanas o su justo precio y valor, en rentas o tierras, lugares y vassallos, qual el dicho Señor Rey de Portugal mas quisere, y esto alende de las dichas dosientas mil doblas de la dote de la dicha Señora Infanta Dª. Leonor, las quales ochocientas mil doblas y su justo precio, y valor, como dicho es, se pagaran al dicho fijo mayor, en quatro años primeros seguientes, contados desdel dia del fal[l]ecimiento del dicho Señor Rey de Portugal siendo el dicho fijo mayor, al tiernpo del dicho fal[l]ecimiento, de edad de dezaseis años, y no lo siendo, começarcean de contar los dichos quatro años de la paga desde el dia, que compliere los dichos dezaseis anos, en adelante, y por fal[l]ecimento del dicho fijo mayor, quedarán las ochocientas mil doblas, o su justo precio y valor, como dicho es a los herederos que del descendieren.»

Caetano de Sousa, op. cit., pp. 420 y 421-422 respectivamente.

Nuevamente hubo pretensión de casamiento con su primo el príncipe Maximiliano, heredero de Hungría, cuando la infanta María contaba con diez años, pero tampoco se llevó a efecto.

En el entretanto, la infanta tenía ya 20 años, por lo que reclamó la reina Leonor a su hija, junto a su herencia, con los intereses correspondientes. El emperador Carlos V, para impedir esta salida, prometió matrimonio para la Infanta bien con su hijo el príncipe Felipe (II de España) bien con su hermano el archiduque Fernando (luego emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Rey de Hungría y Bohemia). Pero el emperador, que a cada instante hacía y deshacía, establecerá poco después nuevas alianzas: el duque de Orleáns casaría con la hija de Fernando de Hungría, y el propio Fernando con una hija del Emperador Carlos (cosa que tampoco se llevaría a cabo). De este modo sólo quedaba la opción del príncipe Felipe para la Infanta D. Maria. Mas al final casaría éste con la sobrina de la infanta María, hija de su hermano Juan III, María Manuela de Portugal (1527-1545), el 15 de noviembre de 1543, y que era a su vez prima de Felipe (siendo la madre del famoso príncipe Carlos -1545-1568-). Tras su muerte, dos años después, se buscará nueva alianza con Portugal, y el emperador concertará oficialmente el enlace entre el príncipe Felipe de España y la infanta doña María de Portugal (ambos también primos). Para su celebración se prepararon las celebraciones. María ya era reconocida como Princesa de Castilla. Luisa Sigea, exultante por la suerte de su señora (y quizá la suya), escribe el poema “Sintra”, y refiriéndose a la boda dirá «Haec reget imperium felix, cum nupserit, orbis» (que se casará con quien felizmente gobernará el imperio del mundo). Por eso se lo dedica a su señora. Son ciento ocho dísticos elegíacos, donde describe el hermoso paraje palaciego y el entorno en el que se se desenvolvían ambas, prediciendo una ninfa el futuro maravilloso que le esperaba a la Infanta. Mas, mientras esto se iba dilatando, la casualidad quiso, por un lado, que falleciera Francisco I en 1547, no habiendo lugar, pues, a la reclamación de Leonor para que su hija se fuera a Francia; y, por otro, que en 1553 murió Eduardo VI, el sucesor de Enrique VIII de Inglaterra, con dieciséis años. Ello propiciará un nuevo cambio de rumbo: el emperador Carlos decide, justo la víspera de la boda de la infanta María con su primo y sobrino Felipe, que se suspenda, para poder casarlo un año después, en 1554, con María Tudor, la nueva reina inglesa, convirtiéndose así en rey de Inglaterra e Irlanda el entonces príncipe Felipe de España, hasta el año 1558.

Esto le hizo mucho daño a María. Se quedó literalmente “compuesta y sin novio” a los pies del altar. Y aunque hubo una segunda intentona, tras la muere de la reina inglesa, para casarse nuevamente María con Felipe, la infanta, harta ya, decidió que no lo haría (amén de que nuevamente el destino le hubiera sido desfavorable, y le hubiera dado segundo plantón Felipe II, en este caso con Isabel de Francia, hija de Enrique II).  Nuestra Infanta, quedó finalmente sin ser desposada por nadie, siendo la “eterna novia” de todos y la esposa de nadie.

Este matrimonio del rey Felipe II, no obstante, le fue favorable a María de Portugal, pues logró recuperar la herencia de su madre en Francia.

En fin, lo cierto es que desde la salida de la Reina doña Leonor de Portugal, en 1524, hasta 1558, en que doña María pudo ver a su madre en Badajoz, pasaron treinta y cuatro años. Fue éste un encuentro de poco más de veinte días, acontecido en los primeros días de ese año, en el que estuvieron presentes, acompañadas de grandes nobles de España,  también sus tías la reina viuda D. Catalina y la reina María de Hungría (recordemos a esta última, pues será la reina a la que dirigirá sus aspiraciones iniciales de mecenazgo Luisa Sigea, cuando, casada, regresó a España), y a  donde la infanta D. María, que había dado personalmente numerosas largas para que tuviera lugar la cita, se desplazó con una corte de más de 2000 personas. Fruto de este encuentro sin encuentro entre madre e hija, que acató su promesa de regresar a Portugal por más que ésta insistiera en que se fuera con ella a España (María prometió su regreso dada la difícil situación dinástica que se había originado con la muerte del rey Juan III en 1557, no habiendo más sucesores que su nieto, un niño, el futuro rey Sebastián), por lo que pocos días después, agravadas sus dolencias por el disgusto, doña Leonor fallecerá en Talaveruela la Real, el 18 de febrero de 1558.

Cfr. además: Aguiar e Silva, Vitor (coord.). Dicionário de Luis de Camoes. Alfragide: Caminho, 2011.

Alferes Pinto, Carla. O mecenato da Infanta D. Maria de Portugal (1521-1577).Tesis Doctoral. Lisboa: 1996, pp. 34-58.

Drumond Braga, Paulo. D. Maria (1521-1577). Uma infanta no Portugal de Quinhentos. Lisboa: Ed. Colibrí-Câmara Municipal de Torres Vedras, 2012.

Resta que pongamos en valor que la reina Leonor hará heredera única de sus bienes a la infanta María, tal y como sañaló fray M. Pacheco (op. cit., pág. 83 y 80 respectivamente), de sus:

 "baxillas de oro, y plata, pedras preciosas, tapicerias finissimas de seda, y oro, y otras alhajas riquissimas y el Senescalado de Agenoris Gascuña, y Ruagar, y los señorios de Rios, Riberas, Verdum, y Albigoes, en Languedoc, que a esta Princesa tocaua de juro de heredad, y de que fue señora suberana" .

[Además, antes desta partir para Badajoz, Carlos V autoriza a Dª. Leonor a ofrecer a su hija una ciudad]: "Al despedir se Leonor del hermano con lagrimas, [...] fuesse Dios seruido lleuar la, assistiendo ella [Dª. Maria] a su muerte, le pudiesse mandar vna ciudad, que luego le nombrò, empeñando èl su palabra a la seguridad de la manda."

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[23] Araujo, Joaquim de A Infanta D. Maria Filha de El-Rei D. Manuel I de Portugal. Notas Historico-Artísticas. Genova: Tip. Lit. Sordomuti, 1909, pág. 11.

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[24] Américo da Costa Ramalho nos explica, por ejemplo, que su sobrina, dona María, hija de D. João III, comenzó sus estudios de latín a la edad de seis años, en 1533, “constituyéndose un grupo [de doncellas junto a ella] para acompañar a la princesa y para estimularla en el gusto de aprender”.

Costa Ramalho, Américo da. “A infanta dona Maria e o seu tempo”, in Humanitas, XXXVII-XXXVIII (1985-1986),  pág. 176.

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[25] Pacheco, op. cit., pág. 88 anvº.

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[26] Complementada con los aprendizajes propios que debían adquirir las mujeres nobles: saber hilar, bordar, regir la casa y atender las tareas domésticas, etc. A ellos, había que añadir los modelos de conducta social y moral: ser doméstica, honesta en el vivir, discreta en las formas y el conversar, humilde, austera, sumisa, obediente, recatada en el hablar...
Cfr.: Correia Fernandes, Maria de Lurdes. Espelhos, Cartas e Guias. Casamento e espiritualidade na Península Ibérica (1450-1700). Porto: Instituto de Cultura Portuguesa-Facultade de Letras da Universidade do Porto, 1995.
Segura Graíño, Cristina. "La educación de las mujeres en el tránsito de la Edad Media a la modernidad", in Historia de la educación: Revista Interuniversitaria, 26 (2007), pp. 65-83.

Bástenos mencionar las admoniciones que hace fray Luis de León en “La perfecta casada” (caps. XVI y XVII, respectivamente):

... así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así les limitó el entender, y, por consiguiente, les tasó las palabras y las razones...

 [...] Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de su suerte, [y entiendan en su casa, y anden en ella] pues las hizo Dios para ella sola”.

Cfr.: López Cordón, Mª Victoria. “La conceptualización de las mujeres en el Antiguo Régimen: los arquetipos sexistas”, in Manuscrits, 12 (1994),  pp. 79- 107.

O la visión del propio Luis Vives:
"al hombre muchas cosas le son necesarias; verbigracia: la prudencia, el bien hablar, la ciencia política, la memoria, el talento, el arte de vivir, la justicia, la liberalidad, la magnanimidad y otras cosas que sería prolijo enumerar. Si le falta alguna de éstas parece menos de culpar, con que tenga ganas. Empero en la mujer nadie busca elocuencia, ni el talento, ni la prudencia, ni el arte de vivir, ni la administración de la República, ni la justicia, ni la benignidad; en suma: nadie reclama de ella sino la castidad, la cual, si fuere echada de menos, es igual que si al hombre le faltaren todas. La castidad en la mujer hace las veces de todas las virtudes".
Cfr.: Riber, Llorenc (ed.). Luis Vives. Obras Completas. Primera traslación castellana íntegra y directa. Vol. I. Madrid: Aguilar, 1947, pág. 1010. "Instrucción de la mujer cristiana ("De Institutio Foeminae Christianae", 1523-4)"

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[27] Así, podemos encontrar en  «Abbas et erudita» (“El abad y la erudita”) reflexiones del tipo:

La cultura no tiene por qué ser un privilegio de las mujeres nobles.¿Acaso solo las grandes damas pueden unir al placer la sabiduría? ¿Creéis que se puede gobernar bien una familia sin saber? Mis libros me enseñan lo que necesito para gobernar la casa y educar. (...)

La opinión del vulgo hay que superarla y hay que hacer normal lo que antes era insólito. Lo mismo que se ve bien que una mujer alemana sepa francés así también que sepa latín para que pueda conversar con tantos sabios y eruditos (...)

Prefiero gastar en el estudio el poco cerebro que tengo que perder el tiempo en oraciones rutinarias, en banquetes y borracheras. La incultura de los monjes es cosa común mientras que en España, Italia e Inglaterra no pocas mujeres pueden igualar en saber al hombre. (...)

Si no andáis listos, seremos nosotras las que enseñaremos en las Escuelas de Teología, predicaremos en los templos y os arrebataremos vuestras mitras.

Cfr.: Azcárate Ristori, Isabel de. “La mujer en los ‘Coloquios’ de Erasmo de Rotterdam”, in Anales de la Universidad de Cádiz, 2 (1985), pp. 279-293.

Puyol, Julio. “Veinte coloquios de Erasmo”, in Boletín de la Academia de la Historia, CVIII, 2, pp. 373-551.

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[28] Capitán Díaz, A. “El humanismo pedagógico de Juan Luis Vives”, in Historia del pensamiento pedagógico en Europa. Madrid: Dykinson, 1984, pp. 358-376.

Esteban Mateo, L. et López Martín, R. La escuela de primeras letras según Juan Luis Vives. Valencia: Universidad de Valencia, 1993.

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[29] Nunes de Leão, Duarte. “Capitulo LXXXX. Da habilidades das molheres portuguesas para as letras & artes liberales”, in Descripção do reino de Portugal. Lisboa: Jorge Rodriguez, 1610, pág. 151 anvº.

 

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[30] Nunes de Leão, Duarte. “Capitulo LXXXX. Da habilidades das molheres portuguesas para as letras & artes liberales”, in Descripção do reino de Portugal. Lisboa: Jorge Rodriguez, 1610, pág. 151 revº:

«fue muy estudiosa de las letras, y hace en lengua latina, y otras, grandes progresos, gastando el tiempo en leer libros, para lo cual tenía en su Casa muchas doncellas doctas en muchas artes, con las que comunicaba sus estudios, cuya Casa era un domicilio de Musas, y na escuela de virtudes, y honestidad: en donde se hallaba quien revolvía libros, quien tocaba muchos instrumentos músicos de diversas maneras, y quien pintaba y hacía otros oficios, que son naturales de las mujeres, con gran perfección».

Cit. también por M. Pacheco, op. cit. pág. 132, revº.

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[31] Siendo nuestra traducción:

«No dudo que haya príncipes a quienes la incuria, negligencia o excesivo poder les sea a sus súbditos funesto y dañino. Pero no son de este tipo los príncipes a quienes sirvo desde mi infancia y de los que, después de muchos años, y, a la luz de variadas circunstancias, soy experta. Y puedo en este sentido, proporcionar un testimonio mucho más verdadero que el tuyo, querida Blesila, quien, ausente de la corte y contenta con tu amor a la vida monástica, la consideras perniciosa y detestable. Por eso es por lo que la juzgas mal e injustamente. Yo, ciertamente, hablo de mi Princesa, de la cual sólo me atrevo a afirmar con certeza lo que Isócrates dijo: "Aunque se muestra terrible, no lo es porque a menudo se indigne, sino porque es muy superior a todas los demás; señora de los placeres, y no sierva de ellos; no descuida ninguno de los atributos que adornan a un rey; en cada forma de gobierno elige lo que es más óptimo; es popular debido a que sabe cómo ganarse la estima del vulgo; política por su administración de la República; comandante, porque sabe tomar una decisión apropiada en presencia de peligro; por último, soberana porque en verdad todos son contados como vencidos por ella".

Mis príncipes estiman que son muestras de verdadero respeto, no que con temor se muestren ante ellos los ciudadanos, sino que sus súbditos, junto a ellos, sólos, admiren la disposición del espíritu del rey más que su propia suerte. Ciertamente, no será necesario para ella, el consejo que Musonio dio al rey de Siria, que así le advirtió: "Persuádete de querer tener para ti más la ciencia de la filosofía y no cualquier otra, pues es por esta causa  por la que tú eres rey. Es, en efecto, el deber de un rey a los hombres protegerlos, y los mayores beneficios procurarles. Pues quien quiera hacer esto debe conocer lo que es bueno y malo para el hombre, y lo que le ayuda o le es perjudicial, lo que le es útil o inútil. Esto no le corresponde a otro discernir más que al filósofo, puesto que es versado en esto mismo y se aplica en enseñar lo que conduce a la felicidad del hombre”.

Mi Princesa es una verdadera filósofa, de manera natural y con estudio la filosofía cultiva, y a que la estudien también sus asiduos les anima. Sabe, guiada por ella, a los placeres y a la avaricia vencer, la frugalidad estimar; sabe el pudor conservar, la lengua contener, en toda ocasión mantenerse ante todos con orden, elegancia y honestidad.  A esto se reducen todas las cualidades que le hacen ser amada tanto por mí como por todos los demás. Me recuerda, como justamente dijera Agatón: “primeramente, que gobierne a los hombres; después, que actúe según las leyes; en tercer lugar, que no siempre mande”. Por último: “Es justa y equitativa para los justos; para los malvados, verdaderamente, no hay mayor enemigo en toda la tierra”, como dijo Eurípides.

Todas estas cualidades que ya he dicho me contentan, y que suelen a menudo a la inmensa mayoría de los malvados sus ánimos ofender, puesto que son muy disímiles a sus costumbres, y al contrario, mueven a los de ingenio bueno a seguir a los Príncipes, como si escucharan a Salomón diciendo: “Teme a Dios, hijo mío, y al Rey, y con los calumniadores no te juntes”».

Serrano y Sanz, Manuel. Biblioteca de Autores Españoles. Apuntes para una Biblioteca de escritoras españolas. Desde el año 1.401 al 1.833. Vol II . Madrid: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1.905, pp. 423-424. Loysa Sigaea. Colloqium habitum apud illam inter Flaminiam Romanam et Blesillam Senensem, virgines tum nobiles tum etiam doctas, De Aulica et Privata vivendi ratione (Primus dies. Flaminia).

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[32]En 1511 Erasmo de Rotterdam (1469-1536) inició la publicación de sus opiniones sobre la educación y pedagogía para los niños, con «De ratione Studii» (“Sobre el método de estudio”), continuándolo con «Institutio Principis Christiani» (“Educación del Príncipe cristiano”), de 1516 y dedicado a Carlos V,  y  «De pueris statim ac liberaliter instituendis» (“La educación firme pero amable de los niños”) de 1529. Éste abogó por el conocimiento previo de las primeras letras y la iniciación al latín y griego antes de los siete años (Comenius hablará de la escuela materna necesaria hasta los seis años), dada la plasticidad y capacidad retentiva que tiene todo niño, el aprendizaje mediante razonamientos y comentarios de textos y no mecánico, mediante el juego, la escuela pública abierta a todos, pues son ocasión para eliminar las desigualdades sociales, y el rechazo de la violencia de los preceptores.

“Tú debes tener el propósito preconcebido de procurar que un niño de tantas esperanzas, así que hubiere crecido algún tanto, sea iniciado en las buenas letras, instruido en las más honestas disciplinas y formado y aleccionado por los más saludables preceptos de la filosofía. (...) Una advertencia única, atrevida sin duda, pero amigable, quiero darle, y es que, esclavo del juicio o del ejemplo del vulgo, no permitas que la más temprana edad de tu tierno vástago discurra ayuna de toda fructuosa enseñanza y que tarde y mal te decidas a que aprenda los primeros conocimientos literarios, cuando su edad fuere menos maleable y el ingenio más propenso a la disipación, y quién sabe si enmarañado ya en la maleza de unos vicios de los que le costará harto y esfuerzo desprenderse. (...)

Por lo que se refiere a los idiomas, la docilidad de los años pueriles es tanta que en pocos meses un niño alemán aprende el francés, y ello sin que se lo proponga y estando entretenido en otra cosa; y en ningún tiempo son más felices sus progresos como cuando su ausencia de instrucción es mayor. Y si ello acontece en una lengua bárbara e irregular, que escribe una cosa y pronuncia otra, idioma bronco y áspero, con articulaciones que apenas parecen humanas, ¡cuánta mayor será su facilidad en las lenguas griega y latina! (...) Toda esta faena consiste principalmente en dos cosas: la memoria y la imitación. Ya hemos dicho que los niños están dotados del instinto de imitación, y los pedagogos más autorizados atribuyen a la niñez una memoria tenacísima. Y si desconfiamos de su autoridad, de ellos nos da fe sobradamente la experiencia. Lo que vimos de niños queda tan grabado en nuestro ánimo como si lo hubiéramos visto el día de ayer. Y desgraciadamente, en cambio, lo que leímos de viejos, si lo volvemos a leer pasados dos días, nos parece nuevo. Además de esto, ¿a cuántos vemos que, en su edad adulta, les haya dado buenos resultados el estudio de las lenguas? Y si salieron adelante con su empeño, son contadísimos los que llegan a conseguir el acento y la pronunciación nativos. (...)”

Se ha de engañar con determinados atractivos a aquella edad que todavía no puede conocer cuánto fruto, cuánta dignidad y placer han de proporcionarle las letras en un porvenir cercano. Conseguirán en parte este resultado la suavidad y el comedimiento del preceptor y, en parte, su ingenio y su habilidad para amenizar sus enseñanzas con varias invenciones que harán las lecciones agradables para el niño y le harán olvidar la fatiga del esfuerzo. No hay cosa más inútil que la enseñanza cuando el carácter desapacible y agrio del preceptor hace que los niños empiecen a tomar fastidio al estudio antes que puedan entender los motivos por que debe ser amado. El primer grado de la docencia es el amor del que enseña.
Andando el tiempo sucederá que el niño, que comenzó a amar las letras por afecto al que se las enseñaba, cuando ya no sintiere su influencia las amará por ellas mismas. (...) A estos también puede proveer nuestro cuidado de que sea mínimo el trabajo y, por ello, también mínimo el desgaste. Ello se logrará si a los niños no se les atiborra ni de mucha ni de farragosa doctrina, sino exclusivamente de la mejor y de la que se acomoda más a su edad, que más deleite toma en lo ameno que en lo sutil. Además, una cierta afabilidad en el método de enseñar hará que parezca un juego y no una penalidad. (...) En la enseñanza de todos los conocimientos es menester que el preceptor no sea ni pesado ni severo, sino asiduo más que inmoderado. No causa enojo la asiduidad si es comedida, si la sazonan la variedad y el agrado, si, finalmente, estas cosas se enseñan de modo que esté ausente la idea de trabajo y el alumno se imagine que todo se hace por juego. (...)

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[33] Pacheco, op. cit., pág. 90.

E igualmente, como un mantra salido de cita de Autoridad, lo vendrán repitiendo otros:

“savía la lengua Latina con perfección, hablándola y escriviéndola del mismo modo, y el idioma Griego le era también familiar. La célebre Luisa Sigea le enseñó aquellas dos lenguas doctas”.

Miravel y Casadevante, José (ed. y trad.). Luis Moreri. El Gran Diccionario Histórico o Miscelánea Curiosa de la Historia Sagrada y Profana. Tomo VI. París: Hermanos Detournes, 1753, pág. 192.

foi mestra da infanta D. Maria, nas primeiras lettras, e nas linguas latina e grega, a celebre Luiza Sigéa, sua aia

Silvestre Ribeiro, José. Historia dos establecimentos scientificos, literarios e artisticos de Portugal nos succesivos reinados da monarchia. Tomo I. Lisboa: Typographia da Academia Real das Sciencias, 1871, pp. 60-61.

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[34] Bourdon, Léon et Sauvage, Odette. Recherches sur Luisa Sigeia”, in Bulletin des Études Portugaises, Nouvelle Série, XXXI (1970), pp. 33-176. La datación la hace en la pág. 39.

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[35] Costa Ramalho refiere que por el año 1533 Juana Vaz pasaría del servicio de la reina Catalina, como “bibliotecaria”, al servicio de la Infanta María, como “latina”, teniendo doce años doña María, lo que la buena lógica nos conduce a considerar que fue ésta su maestra, y sustituyendo así a Julián de Alba, como expresaremos más abajo.

Costa Ramalho, Américo da. “A infanta dona Maria e o seu tempo”, in Humanitas, XXXVII-XXXVIII (1985-1986), pág. 178.

Ésta "latina" fue también muy considerada y elogiada por todos los humanistas de su período histórico, como es el caso de AIres Barbosa, Joao de Barros, Nicolau Clenardo, André Resende, Pedro y Rodrigo Sánches (éste capellán de la rey D. Catalina, y maestro de latín de la infanta María Manuela), Luis Texeira, etc.
Cfr.: Costa Ramalho, Américo da. "Joana Vaz, femina doctissima", in Estudos sobre a Época do Renascimento. Coimbra: 1969, pp. 346-352 ----------------------

[36] Alferes Pinto, Carla. O mecenato da Infanta D. Maria de Portugal (1521-1577).Tesis Doctoral. Lisboa: 1996, pág. 19.

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[37] Amores Pérez, Raúl. "Biografía de Luisa Sigea Toledana. Una taranconera del siglo XVI en la corte portuguesa y española", in Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR). Pérez Priego, M. A. (coord.). Melchor Cano y Luisa Sigea. Dos figuras del Renacimiento español . Tarancón: Ayuntamiento /Centro Asociado de la UNED, 2008, pp. 189 y ss.

Previamente fue editado por :

Rodríguez Villa A. “La viuda de Juan Padilla”, in Revista Europea, 12 de enero de 1879, número 255, pp. 33-36.

Matos, Luis de. A corte literária dos duques de Bragança no Renascimento. Lisboa: Fundação da Casa de Bragança, 1956, pp. 39-41.

Se basa nuestra investigadora en lo referido por el profesor Luis de Matos, para quien, efectivamente, el es cierto que Diego Sigeo acompañó a su señora María de Padilla en su destierro, pero muerta ésta (en 1531), regresó a España, hasta 1542, en que fija su residencia en Portugal definitivamente.  Esta cuestión, no obstante, la fundamenta en un dato incorrecto, puesto que estima que Luisa nació hacia 1530 (cayendo en la siguiente contradicción: ¿cómo pudo regresar antes de 1530 Diego Sigeo a España, si la muerte de doña María de Padilla se produjo en 1531?),  y creyendo, además,  que el poema dedicado a la Infanta María, en que se menciona que Luisa tiene  21 años, y que ya hemos citado más atrás,  fue producido en  fecha de 1551. Lamentablemente, esto sabemos que no es veraz. Más aún, si siguiéramos los argumentos que esgrimen uno y otra investigadora, Luisa Sigea no podría haber formado parte de la Academia de doña María hasta después de esa fecha de 1542. Mas los documentos que venimos mostrando son tozudos al respecto (más adelante citamos una carta de 1536, de Diego Sigeo, por ejemplo).

Cfr.: Matos, Luis de. Les portugais en France au XVIe. Siècle. Études et documents. Coimbra: Univ. Coimbra, 1952, pp. 109-110.

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[38] Carvalho da Costa, A. et da Costa Deslandes, V. Corografia portuguesa, e descripçam topográfica do famoso reyno de Portugal. Vol. III. Cap. XV: “Da villa de Torres Novas”. Lisboa: Valentim da Costa Deslandes, 1706.

“Para mestre de D. Theodosio Duque de Bragança passou da cidade de Toledo para a de Lisboa o francez Diogo Sigé, homem sapientissimo nas linguas, e letras humanas, pelo reynado de D. João o III, e querem os da sua nação, que elle fosse quem inttroduzio na corte de Lisboa o amor das sciencias, porque naquelle tempo se fundou na cidade de Coimbra a Athenas de Portugal. Este foy o illustre progenitor, e mestre de Luiza Sigé, ou Sigea, tão conhecida naquella idade pelo nome, como agora pelas suas letras em diferentes obras, que nos deixou em prosa, e verso.

Conhece olhe seu pay o engenho logo na primeira idade, e depois de a doutrinar em as linguas hebrea, grega, syriaca e Latina, le ensinou as filosofias com outras letras humanas, em que foy muito douta. A fama de seu juizo, engenho, e discrição a introduzio na presença, e serviço da Infanta D. Maria, filha del Rey D. Manoel, que viveo em celibato, e era dada ao estudo das bellas letras, e se acompanhava de muitas donzellas prendadas, e doutas em sciencias, e artes liberaes, sendo o quarto de seu Palacio huma continuada palestra, especiosa e alegre Academia.

Deixou escrito, e corre impresso hum poema latino, que intitulou ‘Cintra’ (que he o nome de huma villa, donde tem Palacio, ou casa de campo os reys de Portugal) dedicado à Infanta D. Maria. Ordenou hum dialogo de ‘Differentia vitae rusticae, & urbanae’; e se lhe attribuem diversas obras, como cartas, e versos. Corre tambem impressa huma carta, que escreveo ao Pontifice Paulo III em cinco linguas, que fallava com a mesma elegancia, com que as escrevia; que o Pontifice gratificou com a resposta, e hum Breve cheyo de louvores, e graças.

Nao querem os francezes, que a obra, que se publicou com o titulo de ‘Arcana Amoris, & Veneris’, seja sua, dizendo, que alem de ser moderna, se nao faz crível de huma senhora tão virtuosa, e discreta, pelas impurezas, de que se acha ordenada aquella obra. He certo, que pelas suas boas qualidades se casou em Portugal con Affonso Covas de Burgos, e que em breves annos deixou huma saudosa memoria, falecendo aos treze dias do mez de outubro do anno de mil quinhentos e sessenta”.

Froes Perim, Damião de. Theatro heroino, abecedário histórico, e catalogo das mulheres illustres em armas, letras, acções heróicas, e artes liberaes. Tomo II. Lisboa Occidental: Regia Officina Sylviana, 1740, pp. 16-17.

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[39] Hay que recordar que el padre de D. Teodosio I (1510-1563), D. Jaime I (1479-1532), duque de Braganza, vivió refugiado en España entre 1483 y 1498, tras la ira del rey Juan II de Portugal contra su familia, bajo el amparo de la reina Isabel la Católica. Perdonada ésta, declarando nulos los procesos contra D. Fernando, padre de don Jaime (que había muerto decapitado en Évora por orden del rey en 1483), regresaron a Portugal, donde éste será habilitado por  Manuel I, tío materno de D. Jaime, como heredero al trono portugués, en tanto en cuanto no tenía hijos, además de que le fueron concedidos nuevos títulos y repuestos los confiscados a su padre. Casado en 1502 con Leonor de Guzmán, hija del duque de Medina Sidonia, la mandó asesinar diez años después por supuesta infidelidad, junto a su amante. Casará nuevamente en 1520 con la portuguesa Joana de Mendoça, hija de Diogo de Mendoça, dama de la nueva reina española doña Leonor, con quien casó en terceras nupcias el rey Manuel I. Precisamente fue él el encargado de recepcionar la entrada de la nueva reina Leonor en Portugal, para casarse con Manuel I, padres ambos de la infanta doña María, en 1518. Así lo describió el padre Pacheco:

“la infanta Leonor, acompañada de grandes señores de Castilla, Duque de Alva, Obispo de Córdova, el de Plasencia, Conde de Alva de Liste, y Almirante, Conde de Monteagudo, y otros cavalleros; llegó a Estremadura, y a la raya de las dos coronas, junto al Castel de Vid, la salieron a recibir los mejores de aquel Reino. Por parte del Emperador hizo entrega desta Princesa el Duque de Alva, por la del rey Don Manuel la recibió el Duque de Vergança Don Jaime, que llevava más de trecientos hombres de a cavallo de su casa, además de ciento de cuchilla; acompanávale el Arçobispo de Lisboa, el Obispo de Oporto, conde de Tentuga, adelante Marqués de Ferreira, el Conde de Villanueva, y otros partiiculares cavalleros; todos con grandíssimo luciemiento. Celebróse este acto de entrega en quince de Nouiembre de mil y quinientos y diez y ocho. Luego el segundo día llegó la breina al Crato, donde el rey vino con real acompañamiento, y allí los desposó con palabras de presente el Arçobispo de Lisboa Don Martín Alfonso da Costa; a que se siguieron fiestas, y regocijos, que duraron algunos días”.

Op. cit., pág. 5, anvº.

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[40] Carta de Fernando Cardoso a Diego Sigeo de fecha 27 de mayo de 1536, en el que lo califica así, existente en la Biblioteca Nacional de Lisboa, ms. Alcobacense, 279, fol. 166v.

Cfr.: Matos, Luis de. A corte literaria dos Duques de Bragança no Renacimento. Conferência proferida no Paço Ducal de Vila Viçosa, em 15 de Outubro de 1955. Lisboa: Fundação da Casa de Bragança, 1956.

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[41] Illescas, Gonzalo de (ed. y trad.). Héctor Pinto. Diálogos de la imagen de la vida cristiana: primera y segunda parte, ordenada por dialogos, como miembros de su composicion ... compuestos en lengua portuguesa por ... Fray Hector Pinto de la Orden del glorioso San Hieronymo; traduzidos en nuestro vulgar castellano; añadida vna tabla muy copiosa de las cosas notables del libro. Segunda Parte. Medina del Campo: 1585, fol. 320 revº.

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[42] Cfr.: Costa da Ramalho, Américo. Alguns aspectos da vida universitária em Coimbra nos meados do século XVI (1548-1554)Humanitas. Vols. 33-34 (1982), pp. 3-30.

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[43] Dice Inacio de Morais, en su panegírico:

«Acciuisti undecunque ingentibus praemiis duces eximios atque omnium disciplinarum armis instructos qui studiosae cateruae ordines ducerent, pro galea, et thorace altissimam rerum scientiam abiicientes pro gladiis linguas dissertissimas, pro clypeis doctissimos libros, pro pilis promptissimos calamos».

Esto es:

Mandaste venir de todas partes, con ingentes promesas de dones, a eximios maestros, armados con el conocimiento de todas las disciplinas, para que condujeran las filas de estudiantes, que por el casco y la coraza al muy sublime conocimiento de las cosas habían renunciado, por las espadas las lenguas elocuentísimas, por los escudos los doctísimos libros, y por los dardos siempre disponibles los cálamos”

Morais, Inacio. Oratio panegyrica ad inuictissimum Lusitaniae Regem diuum Ioannem tertium, nomine totius Academiae Conimbricensis, atque in eiusdem scolis habita, ipsa etiam Regis coniuge augustissima diua Caterina Lusitaniae regina, et regni haerede principe filio diuo Ioanne serenissimo eiusdemque regis sorore diua Maria serenissima praesentibus. Coimbra: Joao de Barreira, 1548. Ed. facsímil. Coimbra: Univ. Coimbra, 1937, fol.  Iiij anvº.

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[44] Arigita Lasa, Mariano. El doctor navarro, Don Martín de Azpilcueta y sus obras. Estudio histórico-cítico. Pamplona: Imprenta Provincial, 1895 (reed.: Pamplona: Analecta, 1998).

Olóriz Azparren, Hemilio. Nueva biografía del doctor D. Martín de Azpilcueta y enumeración de sus obras. Pamplona: N. Aramburu, 1918 (reed.: Pamplona: Analecta, 1998).

“Navarra me engendró, Castilla La Nueva me educó en Alcalá, [bachiller en Teología, entre 1503 y 1510] Francia me hizo hombre [doctor en Derecho Civil y Canónico, permaneciendo hasta 1523], Castilla la Vieja me ensalzó en Salamanca [fue catedrático de prima en 1524, con 32 años], Portugal me honró [ya en 1537 ocupó la misma cátedra en Coimbra, reclamado por Juan III, y regresando a España en 1556], esclareció y aún me habría exaltado muy por encima de mis merecimientos si no (como he dicho) me hubiera guiado a otra parte el buen espíritu (así creía yo)...”

En efecto, fue el defensor de Bartolomé Carranza, lo que le procuró la inquina de Felipe II, que no permitió que obtuvierav el cardenalato, a pesar de ser querido por los papas Pío V, Gregorio XIII y Sixto V, que le dieron el cargo en Roma  de Consultor de la Sagrada Penitenciaría.

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[45] Varios. “Catalogo dos reitores da Universidade de Coimbra”, in Jornal de Coimbra (Lisboa: Imprenta Real, 1818). LXXII. Parte 3, pág. 225.

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[46] Tal y como refiere Diogo Barbosa Machado. Bibliotheca Lusitana. Historica, critica e cronologica, na qual se comprehende a noticia dos authores portuguezes, e das obras... Vol. III. Lisboa: Ignacio Rodrigues, 1752, pág. 456.

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[47] No voy a entrar aquí en las vicisitudes por las que tuvo que pasar la reina Leonor, a costa de los intereses de su hermano el rey Carlos I de España, y luego de su esposo.

Leonor se trasladó a Portugal para casarse con el entonces príncipe Juan (luego Juan III), pero el desenlace fatal de la reina María propiciará que en vez de casarse con éste, hijo del rey Manuel, lo hiciera con el padre, convirtiéndose así en vez de en esposa en madrastra. Esto ocurrió en 1521.

Mas las cosas pudieron llegar a enredarse más, pues a la muerte del rey Manuel, poco más de dos años y medio más tarde, volvió a retomarse la idea de casar a Leonor con su hijastro el príncipe Juan, que ahora ya es rey, fundamentalmente por parte del pueblo portugués, que no quería volver a pagar una nueva dote para nueva reina, haciendo cabeza de esta causa D. Jaime, Duque de Bragança. De este modo, la infanta María hubiera sido la hermana e hija de Juan III de Portugal. ¡Un lío!

No obstante, el emperador Carlos, hermano de la reina Leonor, le tenía destinado nuevo matrimonio con otro, el rey francés, amén de que Juan estaba demasiado dolido por haberse quedado sin esposa a favor de su padre.

Y, para darle otra vuelta a la madeja, Juan III casará con la hermana de doña Leonor, doña Catalina, el 5 de febrero de 1525, que además de tía de la Infanta María, se convertirá en su cuñada.

Cfr.: Sousa, fray Luis de (Manuel de Sousa Coutinho). Annaes de el rei dom João III. Lisboa: Sociedade Propagadora dos Conhecimentos Uteis, 1844: Libro I, Cap. IV, pp. 15-19 y Libro I, Cap. XII, pp. 49-52.

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[48] «Sem dúvida a maior biblioteca portuguesa no século XVI, depois da biblioteca ‘romana’ de Aquiles Estaço», que fue un célebre humanista portugués, que constituyó el inicio de la “Biblioteca Vallicelliana” de Roma.

Cfr.: Belmiro Fernandes Pereira. «Duas bibliotecas humanísticas: alguns livros doados à Cartuxa de Évora por Diogo Mendes de Vasconcelos e por D. Teotónio de Bragança», in Humanitas, vol. XLVII, 1995, p. 846.

Podemos añadir más datos comparativos. Así, la biblioteca inicial de la Universidad de Coimbra estará dotada de sólo 120 libros, la biblioteca de Santa Cruz de Coimbra de algunos (pocos) centenares, y la biblioteca del convento de la Rábida de 201; menos todas que la biblioteca del humanista español y profesor en ella, fray Diego de Murcia, que se componía de 284 obras, y, por supuesto, que la del Ducado.

Respecto a las obras en castellano de esta biblioteca, que superaba grandemente a las escritas en portugués (recordemos que el padre del Duque vivió su juventud al amparo de Isabel la Católica, en España, donde fue educado; que su madre era también española; que su maestro era español, etc.).

 Vid.: Buescu, Ana Isabel: “Livros em castelhano na livraria de D. Teodósio I (1510?-1563), 5º Duque de Bragança”, in Estudios Humanísticos. Historia, XII (2013), pp. 105-126.

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[49] Buescu, Ana Isabel. “A livraria de D. Teodósio (1510?-1563), Duque de Bragança. A sua dimensão numa perspectiva comparada”, in Ler História, LXV (2013), pp. 59-73.

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[50] Cfr.: Matos, Luis de. A corte literária dos duques de Bragança no Renascimento. Lisboa: Fundação da Casa de Bragança, 1956.

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[51] Cfr.: Alves Osorio, Jorge. O humanismo português e Erasmo. Tomo I. Estudo. Porto: 1978.

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[52] Álvarez Cifuentes, Pedro. “Juego de damas: una corte femenina en el quinhentismo portugués”, in González de Sande, Estela et Cruzado Rodríguez, Ángeles (eds.). Las revolucionarias. Literatura e insumisión femenina. Sevila: Arcibel, 2009, pág. 42.

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[53] Así traduzco los “róis de moradias” (papeles, registros de moradores) donde se reflejan las retribuciones dadas a los cortesanos, damas y personal de servicio adscrito a la Casa de la Infanta, y que antiguamente se denominaban “Libros de cocina”, porque el monarca o infante “daba de comer” a ese personal que figuraba en la relación.

Para hacerse una idea del personal que solía componer el personal adscrito a la Casa de la reina, o de una infanta, vid: Labrador Arroyo, Félix. “La organización de la Casa de Catalina de Austria, Reina de Portugal (1523-1526)”, in Cuadernos de Historia Moderna, XXXIX (2014), pp. 15-35.

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[54] Silvestre Ribeiro, José. Historia dos establecimentos scientificos, literarios e artisticos de Portugal nos succesivos reinados da monarchia. Tomo I. Lisboa: Typographia da Academia Real das Sciencias, 1871, pág. 61.

Éste, siguiendo erróneamente el argumento de autoridad de fray Miguel Pacheco dirá: “

Esta asserção, porém, é concludentemente impugnada por fr. Miguel Pacheco. Vivendo Sigéa no palácio, mais natural é que a ella fosse confiado o ensino; e principalmente porque se avantajva a Sigéa ao padre castelhano no conhecimento das línguas portugueza, latina e grega. De mais d'isso, declarou a própria Sigéa, em uma carta que escreveu em latim a Filippe ii, que tinha sido mestra da senhora infanta Maria de Portugal: Inque Lusitana Aula benigne admissa, ac erga Mariam Infantam Serenissimam prceceptoris munere non infeliciter usa. E mais natural era ainda que fosse mestra de uma infanta portugueza uma senhora, que desde creança estava em Portugal, do que um padre, de outra nação e creação”.

[55] Suárez de Alarcón, Antonio. Comentarios de los hechos del señor Alarcón, Marqués de la Valle Siciliana y de Renda. Madrid: Diego Díaz de la Carrera, 1665, pp. 63 y. 311.

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[56] Pacheco la confunde con Guiomar Blasfet, nieta de ésta, a quien dedicó un soneto Luís Vaz de Camões.

O fogo que na branda cera ardia,El fuego que en la blanda cera ardía,
Vendo o rosto gentil, que eu na alma vejo,Viendo el rostro gentil, que en el alma veo,
Se accendeo de outro fogo do desejoSe encendió de otro fuego de deseo
Por alcançar a luz que vence o dia.Por alcanzar la luz que vence al día.
  
Como de dous ardores se encendia,Como de dos ardores se encendía,
Da grande impaciencia fez despejo,La gran impaciencia lo hizo volcar,
E remettendo com furor sobejo,Y arremetiendo con furor inmenso
Vos foi beijar na parte onde se via.Os fui a besar en la parte que se veía.
  
Ditosa aquella flamma que se atreve¡Dichosa aquella llama que se atreve
A apagar seus adores e tormentosA apagar sus ardores y tormentos
Na vista a quem o sol temores deve!a la vista, a quien el sol temores debe!
  
Namorão-se, Senhora, os ElementosSe enamoran, Señora, los Elementos
De vós, e queima o fogo aquella neveDe vos, y quema el fuego aquella nieve
Que queima corações e pensamentos.Que quema corazones y pensamientos.
 (Trad. propia)

Cfr.: Barreto Feito, J. V. et Monteiro, J. G. (eds.). Luis de Camões. Obras Completas. Tomo II. Lisboa/Paris: Fain e Thunot, 1843. Soneto XXIX, pág. 16.

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[57] Cfr.: Aguiar e Silva, Vitor (coord.). Dicionário de Luis de Camoes. Alfragide: Caminho, 2011, voz “Tese da Infanta”: sobre María, infanta de Portugal.

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[58] Nunes de Leão, Duarte. “Capitulo LXXXX. Da habilidades das molheres portuguesas para as letras & artes liberales”, in Descripção do reino de Portugal. Lisboa: Jorge Rodriguez, 1610, pág. 151 revº.

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[59] Álvarez Cifuentes, Pedro. “Juego de damas: una corte femenina en el quinhentismo portugués”, in González de Sande, Estela et Cruzado Rodríguez, Ángeles. Las revolucionarias. Literatura e insumisión femenina. Sevilla: Arcibel, 2009, pp. 41-57.

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[60] Barros, Theresa Leitão de.  Escritoras de Portugal. Lisboa: Typographia de Antonio B. Antunes, 1924, pp. 85-87.

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[61] Cfr.: Livro de moradia de la Reinha doña Catarina, Lisboa, Torre do Tombo, anos 1543 (4 pagos iguales dados en Lisboa, de 16 000 reis)  a 1552 (pago de 4 000 reis como parte de los 16 000 anuales, firmados por la propia Luisa Sigea), maço 2º; lib. 4º; 6 y 6; 7; fol. Respectivos 9, 9, 8 y 9.

Garrido Marcos, Sira. Luisa Sigea toledana. Tesis inédita de la UCM. 1955, pp. 49 y 212.

Baranda Leturio Nieves. “Escritoras sin fronteras entre Portugal y España en el Siglo de Oro (con unas notas sobre dos poemas femeninos del siglo XVI)”, in Península. Revista de Estudos Ibéricos, 2 (2005), pág. 220:

“Entre todas ellas Luisa ocupó, sin duda, el lugar preferente que testimonia un salario de 16.000 reis anuales, que recibió desde 1543, cuando entró al servicio de la infanta (más, por ejemplo, que Joana Vaz) hasta 1552, en que recibe 25.000 reis por su boda, siempre en concepto de latina.”

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[62] De que aprendió árabe en Portugal Luisa Sigea, tenemos como constancia una carta que fray Miguel escribió a Luisa, sobre un profesor moro, localizada en BPE — Cod. CIII, 2-20, fº 74:

[Carta de frei Miguel para uma filha de Diogo Sigeo sobre un professor mouro, s/d]

Carta q(ue) frej Mig(u)el escreueo a huã filha de Diogo/ de Segy em reposta d’outra sua em q(ue) lhe pedia q(ue) fa/lasse a el Rey Nosso Senhor sobre fazer merce a hum mourisco q(ue)/ lhe enssinaua a lingoa Arabia./

Jesus.

Solis Deo honor e gloria.

Gratia Divini nostri Jesu christo spirito teo. Amen. Este esp(ei)ra uuestro diser/pulo y criado en sa fee y maestro en la Liçion Arabica; por lo prim(ei)ro/ lhe deueis uistir y no menos por lo sogundo, sois rica, no deueis enuiar/ este hombre a flaires pobre y q(ue) sempre se comen pobres V(ossa) M(erce) se mande hazer una/ pitiçion a el Rey enderesada y per via de fraj joan soares/ o algun otro delos q(ue) moran en santo Anton, sera despachada y sy es uuestro/ seruiçio que yo despois alguno de su capa y la de a este yo lo hare de/ grado. Dios guarde a Vuestra M(erce)/

fraj Mig(u)el//

Cfr.: Alferes Pinto, Carla. O Mecenato da Infanta D. Maria de Portugal. Tesis Doctoral. Lisboa: 1996. Anexo domental. III. Correspondência. Documento nº 17. pp. 29 y 30.

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[63] Nunes de Leão, Duarte. “Capitulo LXXXX. Da habilidades das molheres portuguesas para as letras & artes liberales”, in Descripção do reino de Portugal. Lisboa: Jorge Rodriguez, 1610, pág. 153 revº.

Repetirán sin fundamento, que “Luisa Sigea se crió desde niña en la Casa de la Infanta”, seguidamente otros:

Anjos, frey Luis dos. Jardim de Portugal: em que se da noticia de algũas Sanctas, & outras molheres illustres em virtude, as quais nascerão, ou viverão, ou estão sepultadas neste Reino, & suas cõquistas / recopilado novamente de varios, & graves autores. Coimbra: Nicolao Carvalho, 1626, pág. 401:

“Entre as muy lounadas donzellas de casa de nossa infante, Luisa Sigea foy exquisitamente douta em muitas lingas, & artes, & assi era insigne em qualquer dellas, como se nao soubera mais, que a em que falava, & et escrevia, testificou bem isto huma carta que mandou ao Papa Paulo terceiro escrita nas linguas Latina, Grega, Hebraica, Chaldaica, & Arabiga, com tanta elegancia, que o Papa se espantou, & lhe respondeo com hum Breve cheo de gravissimos lounores, bençoes, & graças, que lhe concedeo.

Igualo a sua irmaa Angela Sigea, & excedoa na musica de muitos instrumentos, que sabia: pello qual era muy acepta a serenissima Infante, cujo exemplo moveo a estudar muitas outras molheres neste Reino” (...).

Silvestre Ribeiro, José. Historia dos estabelecimentos scientificos, literarios e artisticos de Portugal nos succesivos reinados da monarchia. Lisboa: Typographia da Academia Real das Sciencias, 1871, pág. 64:

“Afora as damas, viviam tambem na companhia da infanta D. Maria as duas celebres irmãs Luiza Sigéa, e Angela Sigéa, filhas de Diogo Sigeu, homem douto e francez de nação.

Luiza Sigéa, que desde menina se creára nos paços reaes de Portugal, chegou a adquirir uma instrucção pasmosa, e maiormente se tornou insigne, porque, além do portuguez e castelhano, soube as linguas latina, grega, hebraica, syriaca e arábica. N'estes últimos cinco idiomas escreveu uma carta ao papa Paulo III, o qual ficou maravilhado do engenho da escriptora, e sobretudo, de possuir ella o dom de tantas linguas, que poucas vezes se encontra, dizia o pontifico na sua resposta, em homens, quanto mais em mulheres. A carta de Luiza Sigéa é do anno de 1546, e continha a descripção do palácio de Cintra.

Toscano põe em parallelo Luiza Sigéa com Eustochium, donzella romana, filha de Santa Paula, muito estudiosa, desvelada cultora das lettras e eminente nas linguas latina, grega e hebraica, a ponto de merecer os gabos e grande estima de S. Jeronymo.

Angela Sigéa soube com perfeição as linguas latina e grega, e muito notavelmente se distinguiu na arte da musica”.

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[64] Michaëlis de Vasconcelos, Carolina. A Infanta D. Maria de Portugal (1521-1577) e as suas damas. Lisboa: BNP, 1902, pág. 89.

Nos repasa Américo da Costa que la denominación de “alumna” en latín se corresponde con el significado de “súbdita empleada en su casa” (pues ‘alumnus’ procede de ‘alere’, alimentar, mantener), y no como “persona que recibe enseñanzas de otro”.

Cfr.: Costa Ramalho, Américo da. “Notas de leitura. A propósito de Luísa Sigeia”, in Humanitas, XI-XII (1969-1970), pp. 406-407, n. 10.

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[65]

Rey Nosso Senhor dar[á] a dita Senhora In/fante Dona Maria pellas ditas quatrocentas do/bras cinco contos de reis de renda a cada hum/ anno em a cidade de vizeo, em a cidade de Torres/ vedras com todos seos termos, e limites com,/ todas suas rendas, portagens, direytos, foros,// tributos, pertenças, montados, Rios, pasigos, mon/tes, fontes, emtradas e sahidas, matos rotos/ e por romper e com todas couaes quer rendas/ e cazas que nas ditas cidades e vila em seus termos, e/ limites e terras”.

Alferes Pinto, Carla. O mecenato da Infanta D. Maria de Portugal (1521-1577).Tesis Doctoral. Lisboa: 1996, pp. 62-63.

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[66] Oliveira, Antonio. “A Infanta D. Maria e o senhorio de Viseu: uma precisão cronologica”, in  Revista Portuguesa de História, 27 (1992), pp. 219-220.

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[67] Veríssimo Serrão, Joaquim.  A Infanta Dona Maria (1521-1577) e a sua fortuna no sul da França, Lisboa: Alvaro Pinto, 1958.

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[68]

“Después de que esta Princesa se viera en Badajoz con su madre Leonor, muerta ésta, fue la señora Infanta su única heredera; y así, bajilla de oro y plata y joyas y piedras preciosas, tapicerías de oro y seda, y otras alhajas de gran valor, junto al Senescalado de Agenoris en Gascuña y el de Ruagar, y las señorías de Río Riveras, Verdún y Alorgoes en Languedoc, de que es señora soberana de juro, y cien mil escudos que le deben los reyes de Francia, y los juros que tiene en Castilla, que todo esto e heredó de su madre la reina, y con la ciudad de Viseo, y Villa de Torres Vedras, que con su patrimonio y juro y assentamiento que tiene en este reino, trae tan honrada Casa de criados, damas y otros familiares, que para decirse que es igual a todas las reinas de Europa no le falta más que el nombre de una de ellas.”

Cit. también por M. Pacheco, op. cit., pág. 133 revº.

Figuereido, Pedro José de. Retratos e elogios dos varões, e donas, que illustraram a nação portugueza em virtudes, letras, armas, e artes, assim nacionaes, como estranhos, tanto antigos, como modernos. Lisboa: Simao Thadeo Ferreira, 1817, pp. 278 y 280.

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[69] Cfr.: Serraão, Joaquim Veríssimo.  A Infanta D. Maria (1521-1577) e a Sua Fortuna no Sul de França. Lisboa: Álvaro Pinto, 1954.

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[70] Matos, Luis de.Les portugais en France au XVIe siècle. Études et documents. 1952, pp. 322-323.

Archivo Nacional Torre de Tombo. Corpo Cronológico. P, I, m, 88, d. 100.

25 mil reis de mercê a Diogo de Sige pera Luisa de Sigea, sua filha, alem do casamento de sua moça de camara”.

Alvaro Lopez, mando-vos que deis a Diogo de Sige vinte e cinco mill reis de que lhe faço mercê pera Luisa de Sigea, sua filha, alem do casqamento que houve de minha moça da camara, e per este com conhecimento do dito Diogo de Sige de como vos recebeo os ditos vinte e cinco mil reis vos ser ão levados em conta. Feito em Lisboa a 3 dias de Setembro de 1552.

Aleixo de Moraes o fez escrever.

         Raynha.

 

Recebeo Diogo de Sige do tesoureiro Alvaro Lopez os vinte e cinco mil reis conteudos neste albara. Em Lisboa a 13 de setembro de 1552.

Diogo de Syge.

Diogo Martinz.

Pero Fernandez.

Recebido. Aleixo de Moraes.

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[71] Brito, Gomes de. “As Tenças Testamentárias da Infanta D. Maria”, in Archivo Histórico Portuguez, V (1907), pág. 123.




BIBLIOGRAFÍA CITADA.-


Aguiar e Silva, Vitor (coord.). Dicionário de Luis de Camoes. Alfragide: Caminho, 2011.

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